Esta semana se ha producido un estallido de indignación popular en Puerto Rico, debido a las conversaciones que el gobernador de la isla, Ricardo Rosselló, sostuvo desde una plataforma virtual con varios de sus colaboradores más cercanos. El contenido de las mismas, filtrado a la opinión pública, habría estado marcado por el uso de expresiones vulgares, comentarios homofóbicos, burlas e insultos, lo que ha generado las más diversas expresiones de protesta y reclamos de sus conciudadanos, mientras la oposición política en la Isla pide su desafuero y enjuiciamiento por éste y otros hechos relacionados.

Una semana antes, el presidente de los EE.UU. también había sido criticado por sus comentarios en otra red social, desde la que atacaba directamente a cuatro mujeres congresistas del Partido Demócrata. Lo anterior, como reacción a las críticas expresadas por ellas sobre la marcha de su gestión, en particular en los asuntos relacionados con la seguridad y la migración. De nuevo, salieron a relucir comentarios relacionados sobre el género y la raza, con un desenfado impropio de un funcionario.

Ambos incidentes todavía en desarrollo demuestran las implicaciones que en una sociedad global e interconectada trae aparejada la comunicación a cargo de los jefes de Estado y en general de la clase política y cómo la ciudadanía reacciona al respecto.