“Año nuevo, vida nueva”, es un dicho popular que significa que con todo inicio de ciclo se abren nuevas oportunidades, incluso para renovar nuestras vidas. Se usa, típicamente, entre la Nochevieja del 31 de diciembre y el Año Nuevo del 1 de enero, como saludo, bienvenida al nuevo año o invocación de cierto espíritu optimista a propósito del ciclo que recién comienza.

El tiempo pasa de una forma inevitable en el ritmo de la vida, que está marcada por ciclos. Cada mes de diciembre nos vamos despidiendo del año presente, para dar la bienvenida al siguiente mes de enero que marca el comienzo de un nuevo año.

El nuevo año representa la metáfora del destino próximo, de aquello que está por venir. Por tanto, nos disponemos ante él con la ilusión de poder hacer realidad deseos importantes, sueños personales y objetivos de felicidad. Del mismo modo, queremos que se quede en el viejo año la tristeza, las decepciones acumuladas y los malos momentos. Por otra parte, el día 1 de enero es la ocasión para felicitar a los familiares y amigos, deseando un feliz Año Nuevo. Cada 1 de enero las personas se marcan objetivos. Existen retos repetitivos: dejar de fumar, ir al gimnasio, hacer deporte, perder los kilos aumentados en Navidad... La emoción de un nuevo año está vinculada con la alegría de poder celebrar con aquellos familiares que siguen siendo testigos de ese instante, y con la añoranza de todos aquellos que quedaron en la memoria. Asimismo, experimentamos la nostalgia por ese año que ya forma parte del pasado.

La vida de la mayoría de las personas sigue siendo exactamente igual el día 31 de diciembre y el día 1 de enero. Sin embargo, hay algo que cambia: la actitud. Esa actitud que viene acompañada por la energía positiva que aportan los nuevos comienzos. Desde el punto de vista sicológico, la felicidad de un nuevo año viene marcada, precisamente, por esa agradable sensación que aporta empezar de cero y tomar ese momento como una nueva oportunidad. De hecho, el dicho “año nuevo, vida nueva”, contiene implícita la noción de que el año que pasó no fue tan bueno como hubiéramos querido. Así que, invocar la idea de “año nuevo, vida nueva”, significa también que, si no se ha concretado algún proyecto o si se ha fallado en algún objetivo, podemos dejarlo atrás sin complejos, porque este año tendremos una vez más la posibilidad de lograr nuestras metas.

Por otra parte, este dicho es también el motivo de una popular canción llamada “Año Nuevo”, autoría del compositor colombiano, Pedro Juan Meléndez Comas. Es una canción sobre la alegría de recibir el nuevo año. La composición “Año Nuevo” fue popularizada por la orquesta Billo’s Caracas Boys. Para estas fechas tan significativas de inicio de año, comparto la oración de Antoine de Saint Exupéry: “No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos. Hazme hábil y creativo para notar a tiempo, en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente. Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Te pido fuerza, auto control y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día. Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante. Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos, son oportunidades en la vida para crecer y madurar. Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor. Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles, en el momento preciso, un instante de bondad, con o sin palabras. No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego. ¡Enséñame el arte de los pequeños pasos! Amén.” ¡Feliz 2020!