No es necesario que un jefe de Estado conozca de temas y materias que requieren de conocimientos específicos, por ejemplo, sobre asuntos relativos a Derecho, Economía Ciencias en general y otras disciplinas privativas del ejercicio y saber profesionales. En El Salvador y otros países, los asesores o consejeros políticos suelen surgir como figuras que, en el pasado desempeñaron cargos que les permitieron acumular conocimientos habilidades, destrezas en el ejercicio del poder político, entre ellos altos funcionarios, y hasta candidatos a cargos de elección popular.

Para llenar su vacío de conocimientos un líder político recurre a asesores y consejeros de reconocido talento y experiencia en tales denominaciones para que le orienten en la toma de decisiones que afecten su quehacer en el Estado.

En este proceso hay asesores y consejeros institucionalizados como podrían ser los ministros de Estado nombrados por el presidente en carteras especializadas y otros, que suelen pasar inadvertidos por el público. Estos asesores son responsables de iluminar el paso del líder político para evitar, en la medida de sus posibilidades, que este cometa errores. Hasta ahí lo teóricamente aceptable.

¿Pero qué ocurre en la realidad? Veamos: en la gestión del gobierno de Bukele la gente se pregunta si los actos del presidente durante el 9F, fueron una iniciativa personal y, si lo fue, ¿Por qué nadie le advirtió que podría haber sido un acto inconstitucional con graves consecuencias de responsabilidad legal, tanto a nivel nacional como internacional? En esta última instancia estamos viendo la reacción de diferentes representantes de la comunidad internacional que denuncian los actos del presidente Bukele y de su ministro de la Defensa quienes todavía deben responder por su protagonismo. ¿Pero qué si esta actuación fue recomendada, por consejeros interesados en que el presidente se equivoque, aprovechando su volátil conducta?

Lo mismo puede decirse de las violaciones a derechos humanos, como los confinamientos sin fundamento legal dentro de los llamados centros de contención militarizados que nada tienen que ver con lugares de cuarentena, sujetos a protocolos sanitarios. Se pregunta asimismo la gente si esta persistente violación a las normas que rigen la sana relación interorgánica del Estado, obedece a un interés único de disolver la República y de hacerse con el poder absoluto.

Es aquí donde se hace aparente la presencia peyorativa de los “consiglieri”, plural en italiano aplicado a oscuros consejeros o asesores de estructuras de mando de organizaciones que operaban fuera de la ley en Sicilia, Nápoles y bajos fondos de Estados Unidos, en la primera mitad del Siglo Pasado. La figura del “consigliere”, (singular) es empleada en la novela de Mario Puzo, “El padrino”, en la que este personaje actúa como voz que susurra al oído del “capo” o jefe de familia, ---no lo que debe hacer pues ello es privativo de la voluntad del “capo”---, sino lo que puede o no puede hacer so riesgo de incurrir en ruptura de la ley y sufrir las consecuencias. El “consigliere” es una figura de tradición secular que está presente en toda estructura de gobierno, sea este monárquico, republicano o de cualquiera otra denominación, desde los romanos, hasta la fecha, pasando por el más conocido del Renacimiento, Maquiavelo.

En nuestros días, viene a ser el poder detrás de la silla presidencial ejercido por una o varias personas entre las que se hallan empresarios, profesionales de diversa especialidad ---particularmente abogados---, periodistas, militares en activo o de baja, religiosos y muchos otros.

Este oscuro poder es el que actualmente podría estar manipulando al nuevo “Hombre del Maletín” que transita por los pasillos del poder comprando voluntades permanentes y favores circunstanciales, pagando con moneda que no deja huella de su traspaso.

El “consigliere” aconseja la creación de personas jurídicas para descargar en ellas responsabilidades que mantengan al “capo” fuera del alcance de las leyes. De esta manera puede manejar redes de influencia política, recomendar la creación de empresas fantasma y fundaciones de supuesta beneficencia, apolíticas y sin fines de lucro que puedan absorber el influjo de dinero y bienes con total apego a la ley y otras entidades semejantes.

El “consigliere” se diferencia del consejero o asesor institucional, en que actúa desde la penumbra nunca aconseja por escrito o de ninguna otra forma que pueda revelar su identidad, nunca rinde cuentas, no da a conocer quienes son sus contactos y aliados, no le importa la notoriedad, responde sólo a sus propios intereses personales.

En ocasión de la renuncia de los miembros del Comité Supervisor del gasto de fondos otorgados para enfrentar la pandemia del Covid-19, al presidente de la República, cabe preguntarse quién podrá ahora validar la honestidad del empleo de recursos multimillonarios, destinados a tal fin. Pregunta a la cual no le interesa dar respuesta ninguno de los “consiglieri” del presidente.

(1) Abogado de la República