A Vilma. Así de simple. I know.

Entrecortes de tomas de ciudad. A calles bulliciosas y mudos pasajes. A canastos, gritos y mercados. A enjambres humanos sin más sentido que ver el sol nacer. Y morir. Así. Sin más. Verlo día tras día con cuencas y estómagos vacíos. En monótona rutina; en incesante morir. "Cachada" comienza como comienzan tradicionalmente los documentales: ofreciendo un marco de referencia. Nada espectacular. De la ciudad donde las protagonistas y el resto de nosotros pululamos. Nada espectacular. Un documental más de los miles que tanto he visto. Hasta el hartazgo. Pronto, de la nada, acercamiento a unos pies grotescos. Hartos y cansados. Mapas de agrestes caminos andados sin saber hacia dónde ir. Radiografía de heridas causadas por caminar en círculos sin cesar.

Pero esos pies de "Cachada" -filme de Marlén Viñayo- no caminan. Pero tampoco están inertes. Aunque sigan en un mismo lugar. Ebullen como lava de energía. Decir que saltan es poca cosa. Tampoco yacen vencidos de tanto sostener a un cuerpo abatido por golpizas de hombres, maridos y sociedad. Eso lo conoceremos después. En este comienzo son los mismos pies que en el día han recorrido kilómetros tras kilómetros por una ganancia de $15 diarios. Pies de mujeres valientes. Pies que calientan y se prepararan para un nuevo caminar. Pies de vendedoras de canasto y aceras que se preparan para tomar las riendas de su propio destino; de mujeres que, con sacrificio, esfuerzo, pocos sueños y miles de heridas en el alma, rostros, brazos y cualquier parte de su cuerpo que pueda servir de lienzo para pintar violencia, solo buscan cómo dar de comer a sus hijos. Pero ahora no es tiempo de vender; ni de caminar. Es tiempo de ensayar.

Sí, estas vendedoras de mercado han formado una compañía de teatro. Hoy preparan texto, emociones y recuerdos de vivencias propias como mujeres inmersas en un mundo que desde infantes nos enseña a base de piñatazos y destrucción del símbolo elegido para celebrar cada cumpleaños.

- ¡Wendy!.. ¡Magda! ..¡Chileno! ..¡Wendy! ..¡Ruth!- Una a una dicen su nombre. Conocemos por fin a nuestras protagonistas. - Egly!- es el último nombre en voz de mujer. Egly Larreynaga, la directora de la compañía de Teatro "La Cachada."

Y desde ahí, sí, casi desde el principio, "Cachada" la película, deja de ser una oportunidad para convertirse en milagro; un exquisito “cinéma vérité” que conmueve, despierta y sana. Tomó cariñosamente mi mano para llevarme por un visceral viaje donde no dejé de reír y mis ojos, de flotar en lágrimas de principio a fin. En remordimiento. En contemplación.

"Cachada" es un cine duro. Como lo es ser mujer y vivir en El Salvador; y en cualquier otro país. No es un ejercicio. Es ya un cine maduro. Marlén sabe dónde estar con su cámara. Y eso es frente a los traumas, sus reacciones y caídas; cuando es tanto lo que no pueden sacar, que solo sacan llanto y lágrimas. "Cachada" también es un cine tierno; vital para sanar y perdonar como solo puede lograrlo la alquimia del arte.

Cada una de las mujeres de este gran proyecto -"La Cachada", obra de teatro como "Cachada" el filme- retrata a guerreras a quienes no les importa si les flaquea enfrentar la verdad, la sinceridad de sus memorias o los abusos, vejaciones y violaciones del pasado. Valientemente desnudan sus vidas con la esperanza de ayudar a romper los círculos de violencia que nos asolan generaciones tras generaciones. Y ante esa cercanía al dolor, Marlén lo hace con suma delicadeza. Como Egly al guiarlas por todo un proceso de trabajo actoral en el que jamás veremos un atisbo de irrespeto a la intimidad de cada una de esas cinco mujeres salvadoreñas.

"Cachada" también es una muestra de lo que es en esencia el cine y de lo cual el cine de ficción salvadoreño debería aprender: Nadie sobra. Todos faltan. El cine no solo es la síntesis de todas las artes. Es, sobre todo, arte colaborativo; arte colectivo. En el cine, nadie es una isla. Y ese ha sido el gran yerro del cine de ficción en nuestro país.

- Cachada de papel a dólar- grita Chileno, cargada de fardos de papel higiénico por las calles, el escenario y los ensayos. Las cachadas esas (oportunidades) no se dejan ir.

No les cuento más. Vayan a verla. No se la pierdan. No para hacerla taquillera (¿y por qué no si en 1991 una de los Bukis fue la más taquillera en nuestro país?). Si no porque es buen cine; buen cine salvadoreño. Por fin. Además, porque es el mejor ejemplo que podremos tener en años en El Salvador para aprender que el arte, sí sana.