Leer y escribir el famoso libro de Alberto Masferrer, nos hace reflexionar que después de más de cien años de su publicación, leer y escribir debe ser la punta de lanza para que un país se desarrolle. Aún en El Salvador, existen programas de alfabetización, eso es un indicador que muchas personas no pueden leer y no saben plasmar sus ideas. Por esas condiciones, y entre tantas cátedras que he impartido, en una de ellas, específicamente en Comunicación Escrita I, fue que tuve la idea que mis alumnos escribiesen un libro. Cátedra en la que se enseña redacción y ortografía, lingüística, sintaxis, etc. El 29 de noviembre se presentarán estos escritos.

Será la quinta ocasión en donde mis alumnos han plasmado en cinco meses: cuentos, poesías, novelas. Muchos narran sus vidas y, es lo que más impacta. El libro Me fui de Karla Ortiz narra la historia de dos migrantes, sus padres, los cuales son tomados rehenes por los zetas, el padre corrió peligro al transportarse en la “bestia”.

Es sorprendente saber que cada alumno construye su historia de la nada. Una cuestión es la nota y otra es saber que a través de la escritura se puede alcanzar el éxito. Días de desvelo, correcciones y yendo a talleres literarios se aprende.

Al principio, se enseña sobre escritores ganadores de premios nobel; además, se les instruye que lean a Roque Dalton, Francisco Gavidia, Alfredo Espino, Salarrué, Claudia Lars. entre otros. Cada libro lleva implícito las aventuras de la niñez, historias de amor, pobreza, deseos de superación y otros relatos. Además, las historias de sobrevivientes en la Segunda Guerra Mundial, de ficción, lugares fantásticos al estilo de Narnia, vampiros, etc. En el libro Las pasadas de la Mena, Carolina de Guillén narra su infancia en cafetales y cómo su abuela logró salir adelante. Ha sido tan recibida la noticia al principio del ciclo, de escribir un libro, que Carolina de Guillén inscribió su libro en la Biblioteca Nacional. Tiene ISBN y registro del CNR.

Invito a los docentes a incentivar con este tipo de concursos a que los discentes lean, lean y lean, y luego, escriban. Sé que escribir no es fácil, algunos alumnos desisten, otros piensan en el “copia y pega”. Este año, mis alumnos recibieron talleres de parte de Cecilia Castillo y Manlio Argueta y se visitaron periódicos.

El hecho de escribir e imprimir un libro, es un aliciente, es sentirse ganador, es un paso hasta para traspasar fronteras. Cada vez que los escritores en Cada cabeza, un libro, presentan sus escritos, se visten de gala e invitan a sus familiares, como en una graduación.

Los jurados hacen su trabajo, entre ellos están: Melissa Lucha, Alejandra Fuentes, Heriberto Erquicia, Otoniel Guevara, Jenny Lozano y desde España Noelia Ruiz. Con libro en una mano y una vela encendida presentan su majestuoso libro. La vela representa que estarán iluminados para continuar puliendo la pluma. Leer hace a las personas más cultas y por lo tanto, el vocabulario se verifica cuando un lector exhorta sus ideas. Los 42 libros, es un reflejo que cada ser humano tiene una o muchas historias que escribir.

Como docente enfrento un reto, revisar desde una coma hasta el hilo conductor de una novela. De enseñar a hacer un prólogo hasta cómo vende un buen título o nombre del libro. Cada cabeza, un libro fue el motivo para que el Rector de la Universidad Francisco Gavidia, mencionara que cada año se premiara a los docentes innovadores. Títulos son variados: La luz de tu mirada, Que todo se vaya menos tú, Trastornados, Primer encuentro, Siete secretos de solteros, El aullido del bosque, Pecados de amar, Relatos de una sola noche, Un 5 de noviembre, etc.

Este concurso, el cual nace en una aula, es el que logró quedarse como un ejemplo para otros docentes y cátedras, el apoyar a los talentos y abrirles oportunidades como escritores, es una oportunidad para que desarrollen sus habilidades y competencias. “Tú puedes llegar hasta donde tu mente te lo permita” Fidel López.