Mi novia Mónica Yi y yo decidimos ir a China del 18 de enero al 3 de febrero para pasar año nuevo Chino con sus papás y sus familiares. Nuestro plan original era pasar en Wuhan, donde viven sus padres, del 18 al 26, y luego ir a otra ciudad a visitar a sus familiares, pero debido al cierre de la ciudad no pudimos ir y nos tuvimos que quedar en Wuhan.


Los primeros cuatro días después de llegar a Wuhan sí pude salir y conocer la ciudad un poco. Mi novia me llevó a comer varias cosas que nunca había probado, y me enseñó varios centros comerciales, el sistema de metro, y caminamos bastante por la ciudad.

Nosotros ya habíamos escuchado noticias sobre una nueva enfermedad en Wuhan desde antes de salir de Vancouver, Canadá –donde resido desde hace seis años- pero para ese entonces decían que solo se pasaba de animales a humanos, y no de humano a humano, entonces consideramos seguir con nuestro viaje ya que ya teníamos nuestras vacaciones aprobadas, los boletos de avión comprados, y yo ya tenía mi visa de turista que no quería perder.

Al llegar, las cosas comenzaron a empeorar, y rápidamente vimos como los centros comerciales y el metro empezaron a quedar solos. La gente ya no quería salir de sus casas. Y un día a las dos de la madrugada, enviaron un mensaje a los celulares que a partir de las 10 de la mañana del mismo día nadie iba a poder salir de la ciudad. Nos quedamos atrapados en Wuhan.

En total pasé 32 días en Wuhan, y de esos 32 días, pasé 28 encerrado en el apartamento sin salir.

 

De la emoción a la preocupación

Yo estaba emocionado de ir a China por primera vez. Habíamos arreglado todo para poder tomar vacaciones para pasar año nuevo Chino con la familia de mi novia. Luego apareció la epidemia y me desanimé.

La recomendación era no salir del apartamento para nada. Podíamos ir a comprar comida a los supermercados, pero teníamos que intentar salir lo menos posible, usando mascarilla, y desinfectar todo al regresar.

También estaban revisando la temperatura de todas las personas que entraban y salían de las comunidades, de los supermercados, y de las farmacias. Afortunadamente también era posible pedir cosas del supermercado en línea, y de esa manera evitábamos el contacto con otras personas potencialmente infectadas. Solamente nos teníamos que asegurar de desinfectar las bolsas del súper y lo que habíamos comprado antes de consumir los productos.

A medida pasaba el tiempo estábamos preocupados por nuestro apartamento en Canadá, nuestros trabajos, nuestra perrita que había quedado bajo el cuidado de un amigo… pero al mismo tiempo estábamos felices que estábamos en Wuhan con los papás de mi novia y que estábamos todos saludables.

Nunca sentí mucho temor por mí o por Mónica, ya que habíamos leído reportes que la enfermedad no era tan letal o grave para personas menores de 50 años. Estábamos más preocupados por sus papás que por nosotros mismos.

Gracias a Dios ni yo, ni mi novia, ni su familia nos enteramos de ningún caso personalmente. Solamente escuchamos rumores que alguien de la comunidad donde viven sus padres estaba enfermo, pero nunca supimos si era verdad o no.

Así lucían vacías las calles de Wuhan cuando me llevaban al aeropuerto.


Salir de Wuhan

Conforme pasaron los días se me ocurrió ponerme en contacto con la embajada de El Salvador en Beijing. Ahí me enteré que había tres becarias salvadoreñas en Wuhan. De la embajada me comentaron que éramos cuatro salvadoreños en total en la ciudad. Antes de eso yo sabía que había varios estudiantes becados de El Salvador en China, pero no tenía idea que estaban algunas en Wuhan.

Al inicio no quería salir de Wuhan y separarme de Mónica. Pero a medida se fue empeorando la situación solicité a la embajada que me incluyeran en cualquier plan de evacuación.

Con la ayuda de la embajada de El Salvador en Beijing pudimos procesar los permisos necesarios para que yo saliera de Wuhan. Para ese entonces, no eran permitidos vehículos particulares en las calles, por lo que tuvimos que aplicar a un permiso que no estaba confirmado hasta el día que yo tenía programado salir.

El aeropuerto de Wuhan lucía absolutamente vacío. Solo lo abrieron para nuestro vuelo a Ucrania.


Luego de eso, Mónica y sus padres me fueron a dejar al aeropuerto. Pasamos por unos cuantos retenes, pero no tuvimos mayor problema cuando revisaron que teníamos los permisos requeridos. Las calles estaban solas, sin tráfico, nadie caminando por ellas, el aeropuerto completamente vacío, solamente los que íbamos a ser evacuados. ¡Increíble ver un aeropuerto de ese tamaño solo para nosotros!

Llegué al aeropuerto cuatro horas antes de la hora que teníamos programado el vuelo, a eso de las 6:00 p.m. El vuelo estaba previsto que saliera a las diez de la noche, pero terminamos partiendo pasada la medianoche.

En el aeropuerto conocí a Rebeca Castrillo, Sussy Melgar y Daniela López, las tres becarias que estaban en Wuhan. Se veían felices de poder salir de su universidad y ya estar pronto con sus familias, aunque no dejaba de darles tristeza saber que al llegar a El Salvador pasarían los 30 días adicionales de cuarentena.

En el vuelo se tomaron todas las medidas de seguridad posibles.


Rumbo a Ucrania

Luego de todos los controles de pasaporte, inmigración, y controles de salud, salimos de Wuhan hacia Jarkov, haciendo escala en Kazajistán y en Kiev, Ucrania. Luego de aterrizar en Jarkov tomamos un bus hacia el lugar donde pasamos la cuarentena. Tardamos más o menos 30 horas desde que salimos de Wuhan hasta que llegamos a nuestros cuartos en el sanatorio de Ucrania.

En la cuarentena yo busqué cómo pasar entretenido, usando mi télefono para mantenerme en contacto con mis familiares y amigos, con Mónica, e intentando estudiar un poco para sentir que no estaba desperdiciando el tiempo.

Teníamos indicaciones de no pasar mucho tiempo con otras personas, y si lo hacíamos era con mascarilla. La comida la llevaban al piso en un carrito y la teníamos que ir a recoger y consumir en nuestros cuartos.

La atención en Ucrania fue muy buena. Teníamos todo lo necesario, y todos los ucranianos que estaban con nosotros en la cuarentena (doctores y otro personal administrativo, hacían todo lo posible por que nosotros estuviéramos cómodos.

Recibimos donaciones de parte de los residentes de la región donde nos encontrábamos: libros, batas de baño, pantuflas, chocolates, nos escribieron cartas con mensajes positivos, etc.

Una vista de Wuhan totalmente desolada.


De regreso a casa

Finalmente salimos de la cuarentena el jueves y el sábado volé a Canadá desde Kiev. En total fue una travesía de 18 horas. Llegué a la 1:00 a.m. del domingo a mi apartamento en Vancouver.

Lo primero que hice fue ir al supermercado, no tenía comida en mi casa ya que había dejado mi refrigerador limpio antes del viaje. Había visto fotos que se estaban acabando las cosas en los supermercados, pero yo no tuve mayor problema para comprar lo que necesitaba. Lo único que no hay son mascarillas, alcohol, y alcohol en Gel. Espero que la situación pueda mejorar pronto.

El domingo fui por mi perrita que se emocionó mucho cuando me vio. Yo también me emocioné.

Ya de vuelta en casa sigo con un poco de miedo ya que aún no se sabe qué tanto más puede seguir progresando esta enfermedad. Y ojalá también pueda regresar mi novia pronto. Mónica sigue en Wuhan. Ella y su familia siguen bien, pero la extraño.

A parte de eso, ahorita a ponerme al día con todo lo que ha pasado en mi trabajo desde que salí del país hace 52 días.

Hoy lunes reanudé mi trabajo de ingeniero en sistemas en una empresa de servicios financieros. Volví a la vida normal.

 

Mi habitación en la cuarentena en Ucrania.


 

Me entretenía con la lectura. Nos atendieron muy bien en Ucrania.