Los salvadoreños de zonas pobres migran a Estados Unidos para ofrecer un menor nivel a sus familiares en el país, pero la crisis afecta también la economía estadounidense frenando así las remesas. / DEM


Desde que la economía de Estados Unidos comenzó a cerrarse por la pandemia, Magdalena (nombre ficticio para esta nota) ha visto cómo sus únicos ingresos se reducen a través de las remesas. Su hija, en Nueva York, uno de los estados más golpeados por el COVID-19, no la abandona, pero el dinero que antes enviaba cada mes ahora es más esporádico.

“Este año ha sido peor”, dice al afirmar que su hija -principal proveedora de su hogar- ya perdió el empleo. “A saber cómo ha hecho” para enviar el “poco dinero”, agrega.

Esta situación se repite en miles de salvadoreños que ya no reciben remesas o es un monto inferior debido a la parálisis de la actividad productiva de Estados Unidos. Las advertencias son alarmantes según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), quien estima que cinco de cada 10 hogares que dependen de los ingresos que le envían sus familiares en el exterior, quedarían en pobreza por el desplome de estos recursos.

El organismo de las Naciones Unidas, con sede en Chile, advierte en su informe “El desafío social en tiempos del COVID-19” que la tasa de pobreza de los hogares salvadoreños que dependen de las remesas se acentuará con un aumento de 12.6 puntos solo por la caída de estos ingresos. Por hoy, el 41.5 % de las familias receptoras vive en condiciones deficitarias y la CEPAL estima que ese rango se eleve hasta al 54.1 %.

Más de 396,000 hogares en El Salvador dependen de las remesas que envían sus familiares en el exterior, principalmente de Estados Unidos (el 95 %). La proyección de la CEPAL significa que la mitad de estos núcleos receptores caería en condición de pobreza, es decir, que sus ingresos estarán limitados para comprar los alimentos esenciales de la canasta básica.

La economía salvadoreña depende en gran magnitud de las remesas enviadas por la diáspora en el exterior con ingresos superiores a $5,650 millones al término de 2019. Este sector representa más del 20 % del Producto Interno Bruto (PIB) y es el principal desencadenador del consumo, que luego se traduce en ingresos tributarios para el Gobierno central.

El alto nivel de pobreza de El Salvador previo a la pandemia y su alta dependencia a las remesas explica por qué sería el cuarto país con más impacto en el aumento del empobrecimiento por hogares receptores de América Latina ante la caída de remesas, según la CEPAL.

La economía de México quedaría con el mayor nivel de pobreza en hasta el 61.7 % de los hogares receptores, seguido de República Dominicana en 60.8 %. Guatemala llegaría a 57.2 % y luego El Salvador con el 54.1 %.

Honduras ocuparía el quinto lugar con una probabilidad de que el 53.3 % de las familias que dependan de esos ingresos queden en condiciones económicas deplorables.



Aumento de desigualdad

Junto al aumento de pobreza, la CEPAL vaticina que la desigualdad medida a través del Índice de Gini (distribución de ingresos) también incrementará en “todos” los países de la región latinoamericana entre un 0.5 % y 6.0 %. Para El Salvador estima un alza que rondaría del 1.5 % al 2.9 %, en ese mismo orden andarían las economías de Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Perú.

“Amplios estratos de la población de la región viven en condiciones crónicas de inseguridad económica y son muy vulnerables ante las pérdidas de ingresos laborales”, afirma la CEPAL en su informe, mismo en el que destaca que el 17 % de la población de la región -equivalente a 470 millones de personas- es de estratos de ingresos bajos o medios bajos y no cuenta con ahorros suficientes para enfrentar una crisis como la actual.

La institución hace énfasis en que la pandemia del nuevo coronavirus tiene un “impacto discriminado” en los grupos poblacionales ya en situaciones de vulnerabilidad, elevando el riesgo de infección o muerte ante condiciones preexistentes de enfermedades pulmonares, cardiovasculares y diabetes.