Para la mayoría de la población lo que sucede en el mundo de la política solo es de su interés, si lo que se hace en la actividad gubernamental, está vinculado con su realidad diaria. Si no tiene que ver, con su cotidianidad, a lo mejor les llama la atención unas 12 horas.

Es muy mal visto que un político, se aproveche de su cargo para enriquecerse o para darle trabajo en el gobierno a sus familiares y peor si lo que busca es ganar elecciones a partir de negociar con criminales; pero es intolerable para la ciudadanía, que la llamada clase política, no se ocupe de resolverle los problemas del día y la mayor parte de su tiempo la ocupe, en levantar como principal bandera de lucha el acusar al adversario de corrupción o nepotismo.

Es lamentable que el escenario político del país se vea tan inmerso en el relato de la corrupción. Actualmente, hablar de política resulta frustrante, se volvió común asociar el término política con el nepotismo y corrupción esto produce rechazo, cansancio en las personas.

La política de la cotidianidad es lo que debería estar en el centro de las preocupaciones de los partidos políticos y de los que aspiran a cargos públicos, si realmente desean que las personas se interesen en la política y participen en las próximas elecciones. Si no se ocupan de lo que realmente le interesa a la gente lo que tendrán como respuesta del electorado será un alto nivel de abstencionismo.

En la última elección de diputados y alcaldes la tendencia que se observó fue la disminución de la participación electoral pasando de 50.64 % en 2012 a 45.73 % en 2018. Una reducción de 4.91 puntos en un período de seis años.

La democracia representativa se alimenta de los votos y llama la atención la reducción del nivel de participación que se aprecia. Muchas personas pueden mostrar en los próximos comicios su inconformidad por medio de la abstención

Da la impresión que los que se dedican a las actividades políticas no les interesan las acciones que suceden en la vida diaria de las personas. Hechos que ocurren de forma recurrente, como el congestionamiento vehicular, la falta de agua, parecen cuestiones simples, pero no por ello dejan de tener importancia, para comprender la forma en que la ciudadanía percibe a los políticos.

Los políticos están muy desprestigiados, pero tienen una oportunidad de oro, para su salvación electoral: darle valor a lo cotidiano y a las personas que con su quehacer diario en, hospitales, escuelas, mercados, comercios, y otros servicios públicos ejercen una labor económica y social relevante que además de mantener a su familia contribuye de manera sustancial a sacar adelante al país. Deberían entender que la tarea de un médico, un maestro o un gestor del tráfico es tan trascendente y vital para la comunidad como la de un diputado o un alcalde.

Hacer política señores, diputados y ministros es, considerar los problemas de las personas, como una variable imprescindible de su trabajo en la Asamblea Legislativa y en el Órgano Ejecutivo. Laborar para reducir las desigualdades económicas, los desequilibrios sociales y por el medio ambiente es hacer política de la buena, porque ayuda a crecer, construir y cohesionar a la ciudadanía.

Señores ya es momento que asuman la política de la cotidianidad, que es la que de verdad está cerca de las personas, de lo contrario muchas personas, se van a decidir a no votar y mejor pasear en un centro turístico, ir a la iglesia, o simplemente tomarse un descanso en casa el día de la elección.

La democracia de la cotidianidad es la que conviene al país. Falta un año para la elección de diputados y alcaldes, la llamada clase política, tiene corto tiempo para lograr sintonizar con las aspiraciones del ciudadano.

El porvenir del sistema político terminará decidiéndose en lo local. El futuro de los partidos políticos dependerá en 2021 más que todo, de la fortaleza de sus estructuras territoriales y de la capacidad de escucha y liderazgo de sus militantes, para conocer los problemas de las personas, interpretar sus sentimientos y ofrecer soluciones a sus necesidades, que las peleas en las cúpulas de los partidos.

En definitiva, aún tenemos que avanzar mucho en la democracia de la vida cotidiana. Mientras esto no se entienda, tendremos que acostumbrarnos a continuar oyendo el: “Yo no me meto en política porque a mí la política no me da de comer. Yo si no trabajo no como”.