La reciente época lluviosa dejó en evidencia no solo la vulnerabilidad del suelo en ciertos lugares, sino también la irresponsabilidad de quienes se dedican a la construcción de grandes centros habitacionales, hasta el punto que lo sucedido con la cárcava gigantesca que abrió sus fauces en la conocida colonia Santa Lucía, municipio de Ilopango, pudo convertirse en una macabra tragedia con un saldo por decenas de víctimas inocentes que, de haber sucedido, estaríamos lamentándola hasta este tiempo de Adviento. Puedo imaginarme que en vez de recibir con alegría y villancicos el nacimiento del Redentor, a estas horas quizás encontraríamos muchísimas familias transidas de pesar inconsolable. La ruina acaecida en esta populosa zona urbana, debe ser un punto de análisis y reflexión de carácter obligatorio, tanto para las actuales autoridades de Obras Públicas, como para las empresas y colegios profesionales de ingenieros y arquitectos.

La construcción de viviendas dignas y seguras es un mandato constitucional desde hace muchos años, cuando correspondió al gobierno del coronel Óscar Osorio (1950-1956) iniciar estas construcciones masivas de hogares, escogiendo primeramente unos terrenos rústicos aledaños a la calle 5 de Noviembre, en nuestra capital, donde abundaban enormes paredones en los cuales crecían verdaderos bosques de árboles de guayaba y otras especies vegetales silvestres que, a fuerza de tractores y hombres armados con palas y azadones, fueron dejando una extensión plana y firmemente asentada, donde se erigió la hoy conocida colonia Guatemala, a la que siguieron otras como la Guadalupe, en Soyapango.

Este plan de construcciones lo continuaron los subsiguientes gobiernos, hasta que la empresa privada se encargó de hacerlo por su cuenta y experiencia, con tal magnitud que, hasta el presente, la industria de la construcción constituye uno de los pilares básicos del crecimiento económico de todo el país, aunque cabe resaltar que al finalizar la guerra fratricida que padecimos por una década, se tuvo que encarar el grave déficit de los llamados “maestros de obra”, que al llegar la paz dio paso a la creación inmediata, con apoyo estadounidense, del Instituto Obrero Patronal de la Industria de la Construcción (IOPIC) en un predio del bulevar del Ejército, donde servimos la materia de Matemáticas y contribuimos, modestamente, a formar un numeroso grupo de esos maestros de obra que hoy trabajan en la rama de la construcción con halagüeños resultados, a excepción del caso que comentamos, pero es oportuno aclarar que la Santa Lucía fue construida mucho tiempo atrás de que comenzara el conflicto. No es tiempo para los lamentos, de estar culpando a otros por lo que ha sucedido con la cárcava devoradora de bienes muebles e inmuebles, por las numerosas familias desahuciadas de sus respectivos hogares, adquiridos en legal forma y pagados puntualmente.

Son aspectos que ahora deben ameritar el interés real de las actuales autoridades y que deben resolverse con buena voluntad, dinamismo y urgencia. Las familias damnificadas no piden “parches” emergentes que, al final, se convierten en pan para hoy y hambre para mañana, sino soluciones permanentes, confiables, incluso, trasladándolas a nuevas zonas habitacionales seguras no solo en su construcción, sino en otros aspectos que tengan conexión con la asistencia escolar y médica, garantía policial, transporte fácil, etc. Y una vez resuelto el caso de la cárcava, que ha venido a destapar la falta de responsabilidad de quienes construyeron ese enorme complejo de viviendas, cuya magnitud mortal gracias a Dios no se efectuó, por actos inexplicables de la divina providencia, es imperativo que el ramo de Obras Públicas y la dinámica industria de la construcción abran un debate serio para formular líneas de acción que sirvan, en el futuro próximo, para la erección de viviendas de bajo costo. Considero que, en este sentido, también otras entidades como el Fondo Social de la Vivienda, podrían dar valiosos aportes técnicos, para que este tipo de tragedias pasen su impacto de dolor y desconcierto a un libro histórico, del que jamás vuelvan a verse sus páginas de llanto, dolor y desconcierto.

El motivo fundamental de esta consulta técnico profesional debe abarcar, por supuesto, saber con exactitud, ¿cuántas colonias más en el país estarán en igual o mayor riesgo a la Santa Lucía? Queremos respuestas.