Pacientes con leucemias, linfomas y tumores sólidos que son atendidos en el servicio de Hemato Oncología del Hospital Nacional Rosales, siguen comprando medicamentos a causa del desabastecimiento de fármacos e insumos que enfrenta el nosocomio desde hace algunos meses.

“La situación ha empeorado”, afirman algunas enfermeras del servicio, quienes indican que ahora también se han escaseado “los sueros de 100 miligramos” y les toca “descartar sueros de 250 miligramos para poderle cumplir al paciente”.

“Ahora nos dijeron que no hay de estos medicamentos, acá está la lista”, dijo una de las enfermeras. Hace falta Oxiloplatino, Paclitaxel, Metotrexate, Blomicina, Ácido Folínico, Vinblostina, Vincristina, Docetaxol, Mesna y Cisplatino, según la nómina que se titula: “No hay en farmacia”.

La enfermera agregó que son los fármacos necesarios para leucemias, linfomas y tumores sólidos, que no hay en ninguna farmacia (central, especializada y del servicio) del sanatorio.

Según las enfermeras, el problema se agudiza y los pacientes necesitan el medicamento para poder iniciar o completar sus tratamientos. Algunos -que han sufrido recaídas- han sido ingresados este mes y no pueden comprar los fármacos.

En un sillón ubicado a un costado del ingreso al área de encamados del servicio de Hemato Oncología se encuentra María Roxana García. Carga un bolso con sus pertenencias y una botella grande con agua para pasar el día en el sanatorio, mientras espera que a su esposo, Roberto Mendoza, le realicen exámenes.

Hasta septiembre de 2018, Mendoza podía agarrar el corvo, chapodar y colocar pesticidas a sus cultivos. A sus 44 años, caminaba con normalidad y trabajaba como cualquier agricultor en el cantón Tizate, municipio de El Sauce, departamento de La Unión.

Un dolor en el abdomen y la espalda comenzó a incomodarlo en octubre pasado, tiempo después lo llevó a visitar hospitales y conocer su diagnóstico: linfomas en el hígado, bazo y estómago.

“A él le agarró en octubre una cosa bien fea, un dolor acá (abdomen) y acá atrás (espalda), eso fue en octubre del año pasado, ya en abril, a principios de abril, se puso bien mal, le agarró en el pie y ya no podía caminar, de repente él andaba caminando y le daba el dolor, se caía, no tenía fuerzas en el pie. Le hicimos unas ultras en Santa Rosa de Lima y dijeron que voláramos, que supuestamente era un tumor y así fue”, afirma García, quien explica que gracias a una amiga suya, que es fiscal, su esposo pudo ser operado en un hospital privado, pero ahora debe continuar el tratamiento con quimioterapias.

Tras visitar diferentes clínicas y conocer a muchos médicos, García y su esposo llegaron al hospital Rosales, donde Mendoza fue ingresado el 17 de julio. El agricultor ha recibido tres quimioterapias, pero ahora necesita comprar un fármaco llamado Vincristina, que no se encuentra en la farmacia del nosocomio.

“Vivimos en el cantón Tizate, en El Sauce, desde El Sauce hasta Santa Rosa de Lima pagamos $1.50 de pasaje, de ahí pagamos $7 cada uno para la terminal (Plaza Amanecer), pago también el taxi hasta La Gloria (donde vive su amiga fiscal) y son $15 y en la mañana me cobra el taxi $5 para llevarme de La Gloria hasta aquí, al hospital”, dice García.

La pareja tiene tres hijos que se quedan con la abuela materna, mientras García acompaña a su esposo al hospital. Desde que Mendoza cayó enfermo no tienen ingresos. Su esposa afirma que no tiene dinero para comprar el medicamento y, a veces, ni siquiera para comer en el nosocomio.

Llora al contar su historia, pero llora más cuando reconoce que debe $500 a dos amigos, monto que ha invertido en medicinas, transporte, exámenes y comida. Mientras caen sus lágrimas, otros padres, hijos y hermanos (de pacientes ingresados en el servicio) son animados en un pasillo por un grupo de jóvenes que hablan de Dios.



Necesidades

En ese pasillo se encuentra Ana Cristina Pineda, madre de Bryan Pineda, joven de 16 años que fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda en septiembre de 2017.

Pineda es ama de casa y su esposo trabaja en un taller. El chico ya recibió este año un ciclo de quimioterapias, pero ha recaído y los médicos del Rosales han cambiado su esquema de tratamiento.

La semana anterior, Pineda gastó $840 en 24 frascos para las quimioterapias de su hijo, 12 de Metotrexate y 12 de Ácido Folínico. “Hemos prestado a unos vecinos y a unas tías que me han ayudado”, detalla.

En la misma sala donde se encuentra Pineda está Kenia Martínez, hermana de Katherine Martínez, de 19 años, quien también tiene leucemia linfoblástica aguda. Kenia, encargada de cuidar a su hermana, dice que deben comprar Metrotexate y Ácido Folínico, aunque desconoce la cantidad de frascos indica que sus padres deben invertir $700.

“Mi papá trabaja en una fábrica, mi mamá en una maquila en San Marcos. Mi papá pidió al jefe que le prestaran el dinero, pero el jefe le dijo que le llevara un comprobante, entonces vino a pedirlo al hospital y ya lo tiene, pero resulta que ahora que lo llevó su jefe no está, está fuera del país y mientras no regrese nadie puede firmar para que le den el dinero”, explica.

Tras escuchar la Palabra de Dios, frente a la sala de ingresos, Angélica Martínez abandonó el pasillo por el que camina frecuentemente al acompañar a su madre, Mireya Martínez, de 67 años, quien padece leucemia plasmática.

“Mire, yo dejó a mi hijo para estar con mi mamá, porque no se puede movilizar. He vendido de todo, no se imagina lo que he vendido para comprar medicamentos”, precisa. Aclara que desde hace un mes no le ha podido comprar Talidomida, porque no tiene dinero, y ahora debe comprar un medicamento más.

“Le han dejado Vincristina, que cuesta $24.70, y la Talidomida, que vale $180”, destaca. “Yo le pido a las autoridades los medicamentos, hay personas que ya no hayan medicamentos, porque aquí dicen que no hay ni acetaminofén ni otros para el vómito”, agrega.

A estas historias se suman otras de pacientes cuyos familiares no tienen ingresos suficientes para pagar medicamentos, como Ana María del Cid, que sufre linfoma de pulmón y debe invertir $120 en fármacos; y Baltazar Quezada, de 68 años, que tiene linfoma en el cuello y su hermana, Rosa Lilian Quezada, no sabe cómo conseguir $215 para comprar sus medicinas