El Ministerio de Salud reveló hace unos días que había más de 4,500 casos sospechosos de dengue en el país, sí, esa enfermedad que la transmite un zancudo porque nosotros los seres humanos permitimos los criaderos donde ellos se reproducen. Después de dos décadas de problemática, parece que nos negamos a aprender cómo combatirlos.

Según la ministra de Salud, Ana Orellana Bendek, en El Salvador hay un índice larvario arriba del 11 %, que es el promedio nacional y solo en 26 municipios hay índice abajo del 4 %. Ese índice larvario significa que hay criaderos en una de cada diez casas, pero en una cuadra eso es suficiente para contagiarnos todos los vecinos.

Durante décadas, las autoridades nos han explicado lo mismo. Lo increíble es que cada cierto tiempo, leemos informes de que el porcentaje de criaderos de zancudos en determinados municipios es tan elevado, que da escalofríos. La gente simplemente no hace caso a aquello del agua estancada, de las llantas, de la basura, de los desagües al aire libre. En fin, de todo aquello que ya sabemos.

Las epidemias de dengue han sido recurrentes y no hay forma de detener el mal. Es cierto que es responsabilidad del Ministerio de Salud en gran medida, pero no todo lo pueden hacer las autoridades, sobre todo cuando en el interior de las casas seguimos con prácticas nada higiénicas, el descuido total y permitiendo los criaderos.

Pero mientras no pongamos de nuestra parte, esto es un cuento que se repite todos los años. No queremos aprender con los zancudos. Es culpa nuestra.

Parece que ya se nos olvidó que en el año 2000, la epidemia de dengue fue tan horrible que docenas de niños fallecieron por este mal, pero rápidamente se nos olvidaron las lecciones de entonces. ¡Reaccionemos!