Un tuit de Casa Presidencial de este mes dice: “El Presidente Bukele aprovecha cada ocasión para recordarle a sus funcionarios que su fin debe ser que la población esté bien. Les recomienda hacer siempre lo mejor para que la gente note la diferencia”. Surge la pregunta ¿Cómo su gobierno puede marcar la diferencia? Con diálogo político, que requiere, entre otras cosas, las siguientes:

1º) Un Presidente limpio de corazón, que destierre el odio visceral hacia sus predecesores de la última década. Si no lo hace su gestión será mediocre, puesto que un juicio obnubilado por rencores pasados, provocará que las decisiones carezcan de sabiduría.

2º) Un presidente que jamás olvide que fue ungido por Romel Guadrón, el mismo Pastor que ungió a Tony Saca quien, según el religioso, fue desobediente y alcanzó el lamentable fin que todos conocemos. Las vendettas políticas deben terminar. Si Bukele tiene ojos para leer, que lea, o que al menos su secretario de prensa le pase bien el mensaje.

3º) Un Presidente no veleidoso, pero muy vehemente y con iniciativa, para liderar el diálogo político con la clase dirigente del país, esto es, con todos los partidos, sector privado, líderes de los otros dos órganos fundamentales de gobierno y con la sociedad civil organizada. Si no lo hace se verá en dificultades durante los próximos dos años, en los cuales requerirá de apoyos legislativos en materia hacendaria y fiscal. El acercamiento con las gremiales privadas por parte de Bukele y el ministro de trabajo es una buena señal.

4º) La comunidad internacional, Estados Unidos, la Unión Europea, los organismos cooperantes y distintos analistas políticos serios, están conscientes que la polarización en nuestro país es un gravísimo obstáculo que impide que alcancemos acuerdos mínimos para salir del perenne subdesarrollo. Benito Andión y las Naciones Unidas lo saben perfectamente, de ahí lo imperativo que resulta el diálogo político.

5º) Solo mediante el diálogo político el presidente Bukele podría obtener valiosos insumos para que su bisoño gabinete se nutra y haga bien las cosas, algo que no es complejo porque no existe necesidad de pagar consultorías carísimas ya que El Salvador es uno de los países más sobrediagnosticados del mundo en cualquier campo, llámese tema de seguridad, fiscal, transporte, vivienda, empleo, migración, corrupción, hidrología, etc.

6º) Si a este gobierno le va bien, a todos nos irá bien, por lo que ningún sector de la clase dirigente debería tener en mente boicotear la gestión de Bukele. Pero esta idea no debería quedar fuera de radar, si el Presidente continúa humillando a los familiares de los dirigentes políticos que cayeron en desgracia porque fueron presas del nepotismo, algo que si bien es cierto resulta aberrante e injustificable, no debería repetirse nunca más en nuestro esquilmado país.

7º) El diálogo político es impostergable frente a los grandes retos del “Plan Cuscatlán”. Razones sobran: pacto fiscal, presupuesto estatal, reconciliación, función pública, préstamos, CICIES, el tema del agua y una larga fila de etcéteras que deberán pasar por el tamiz Legislativo, en donde, al menos hasta el 2021, Bukele cuenta solo con 11 votos legislativos (10 de GANA y 1 de CD) a los que podrían sumarse 9 del PCN, 3 del PDC y 1 No Partidario, lo que de ninguna manera le permiten alcanzar ni la mayoría simple -aun cuando pueda “obtener” cuatro votos disidentes de Arena- mucho menos la calificada.

Alejandro El Magno decía: “No tengo miedo de un ejército de leones dirigido por una oveja, tengo miedo de un ejército de ovejas dirigido por un león”. La luna de miel de Bukele con sus votantes en algún momento terminará. No esperemos que llegue ese momento para darnos cuenta que el león le falló a las ovejas, enterró el diálogo político con su soberbia y sus adversarios le cerraron todas las puertas.