El primer lugar donde el Gobierno salvadoreño planteó construir el aeropuerto del Pacífico tuvo que ser modificado por un detalle ambiental: era un manglar donde reposan aves migratorias en una temporada del año y “es más fácil mover a las personas que a las aves”, relata José Sorto sobre una conversación que sostuvo con un técnico del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) cuando realizaban el estudio de impacto ambiental para la construcción del aeropuerto en el cantón Loma Larga, de La Unión.

Esta decisión derivó en mover el proyecto sobre los caseríos Condadillo y Flor de Mangle, que ha ocasionado incertidumbre y zozobra en sus habitantes porque deberán vender sus tierras al Gobierno para la edificación de la terminal aeroportuaria.

CONOZCA SOBRE ESTE TEMA: Dudas y temores entre pobladores de comunidades donde se construirá el nuevo aeropuerto


El invierno asomó los últimos días de abril y la vegetación reverdeció en el caserío Condadillo, cantón Volcancillo, La Unión, a unos 186 kilómetros de la capital salvadoreña. “Chatarra” se paseaba entre una alfombra de ramas que había entre las viviendas de la comunidad ese día. Es el fiel compañero de cuatro patas, que acompaña a Don José en sus faenas agrícolas, pero en esa jornada, se detuvo a contemplar la imagen de una tragedia.

“Toda la vegetación joven la están botando, con la cuestión del aeropuerto, ahí están...tiradas en el suelo”, comunicó el sexagenario quien lamenta que toda la biodiversidad del lugar se pierda.

Alrededor de las viviendas de Condadillo hay abundancia de flora y fauna. Un nacimiento de agua que está cerca de las casas es rodeado por ejemplares de almendros de río centenarios, según sus habitantes, y que ahora están marcados con pintura roja porque serán derribados para dar paso al aeropuerto.

El aeropuerto colindaría con un manglar, fuente de ingreso para las familias de Condadillo. /I. C.
El aeropuerto colindaría con un manglar, fuente de ingreso para las familias de Condadillo. /I. C.

El área también es rodeado por conacastes negros que son habitados por ardillas, garrobos y, de lado del manglar, hay mapaches y cangrejos.

Ahora la comunidad ve cómo la flora empieza a morir. Ellos reclaman que el personal de los ministerios entraron a los terrenos a cortar la vegetación, sin antes llegar a un acuerdo de venta como prometieron.

Otra de las preocupaciones ambientales que tiene la comunidad es el nacimiento de agua que abona a los ríos Condadillo y Managuara, y sobre los que será construido el aeropuerto. “Yo pienso que es infactible”, reflexiona don José. Al agricultor le preocupa que un representante de Gobierno le dijo que tirarán “peñascos al río” “para que el agua siempre corra, tenga su cauce, cosa que no lo considero bien”.

“El agua es uno de los elementos mucho más comprometidos”, advierte Ángel Flores, ambientalista de La Unión, quien cree que “este tipo de proyectos son sumamente atentatorios contra la vida, no solo el del tema de la especie humana, sino también de planta y animales que están en peligro de extinción”.

El ambientalista Ángel Flores dijo que “la vida no es compensable”, respecto al nuevo aeropuerto. /I. C.
El ambientalista Ángel Flores dijo que “la vida no es compensable”, respecto al nuevo aeropuerto. /I. C.

Pero el proyecto no se ha detenido, a pesar que los estudios del MARN concluyen que cumple con la condición de “impacto ambiental potencial moderado a alto”. La diputada de Nuevas Ideas, Sandra Martínez, que incluso trabajó en el Ministerio de Medio Ambiente, negó que las tierras sean agrícolas. “No están habitadas y no generan ningún impacto ambiental”, aseguró.

Diario El Mundo consultó con la diputada Martínez si mantenía su posición luego de enviarle fotografías de las zonas de cultivos y las viviendas de las comunidades donde se construirá el aeropuerto; sin embargo, no respondió a la consulta.

El análisis técnico, por su lado, advierte que la zona donde se construiría el aeropuerto intercepta con una parte del área natural protegida del Manglar El Tamarindo, sirve de corredor y tránsito temporal de especies de aves residentes y migratorias, así como hay susceptibilidad de inundación alta y afectaciones en las “parcelas urbanas y agrícolas”.

Condadillo conecta con un bosque de mangles, áreas protegidas por su biodiversidad y por ser un muro que protege las costas de eventos extraordinarios. Así, el estudio del Gobierno advierte que el drenaje por la carga de sedimentos del aeropuerto podría afectar el ecosistema natural donde habitan especies como punches, curiles, almejas, cangrejos, peces y camarones.

Sin embargo, la noche del 26 de abril, con 67 votos a favor de 84 diputados en la Asamblea Legislativa, se aprobaron las leyes para construir el aeropuerto y el tren del Pacífico, proyectos que el Gobierno ha dicho estarán conectados. Por un lado, el tren pretende reactivar la red ferroviaria inutilizada desde la Guerra Civil en la década de 1980, el aeropuerto se articulará con el megaproyecto Bitcoin City.

Un aeropuerto para Bitcoin City.

La construcción de la nueva terminal al oriente del país es parte del proyecto Bitcoin City, que el presidente Nayib Bukele prometió en noviembre del 2021 como un complejo con beneficios fiscales para minar bitcoin.

“Bitcoin City, pues, obviamente, va a tener su aeropuerto”, confirmó en febrero pasado Federico Anliker, presidente de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA).

En junio de 2021, mientras el país salía de la segunda ola de contagios de covid-19, el presidente Bukele anunció en una conferencia internacional que el país adoptaría el bitcoin como moneda de curso legal.

Una medida monetaria que ocurría cuando la economía aún recuperaba los niveles de producción perdidos durante el confinamiento de 2020 por la pandemia del covid-19. La crisis sanitaria ocasionó que el Producto Interno Bruto (PIB) salvadoreño se contrajera -7.9 % ese año, una baja de 10.5 puntos porcentuales contra el registro de 2019; sin embargo, Bukele vaticinó que si el 1 % de la capitalización de la criptomoneda se llegase a invertir en el país, se impulsaría el PIB en 25 %. Al final, una previsión de momento porque el mandatario no compartió bajo qué escenarios se realizó esta estimación.

El Salvador se convirtió en septiembre del 2021 en el primer país en adoptar el bitcoin. Dos meses después, Bukele anunció la Bitcoin City, que se abastecería de una nueva central de geotermia que el Gobierno construiría en el volcán inactivo de Conchagua, La Unión, no pagaría impuestos y facilitaría trámites migratorios para los potenciales inversionistas.

La parroquia Santiago Apóstol y al fondo el volcán de Conchagua, en La Unión, donde el Gobierno pretende construir la geotérmica para minar bitcoin. /U. ALEMÁN
La parroquia Santiago Apóstol y al fondo el volcán de Conchagua, en La Unión, donde el Gobierno pretende construir la geotérmica para minar bitcoin. /U. ALEMÁN

La promesa de Bitcoin City estuvo acompañada del anuncio de una emisión de $1,000 millones en bitcoin, conocida como “bonos volcán”, cuyo financiamiento se destinaría tanto a la minería como a la compra de la criptomoneda.

“Lo que tenemos es como una presentación de una idea con intenciones cuestionables”, matiza la economista Lourdes Molina, del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), quien considera “irónico” que la zona donde se construirá es de las “más empobrecidas del país”.

Los datos del Gobierno confirman que el 38.6 % de la población en el departamento de La Unión se encuentra en pobreza multidimensional, un lugar donde viven más de 274,500 salvadoreños, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2019.

Si el Gobierno ejecuta el proyecto tendrá “un alto costo de oportunidad”, agrega Molina, porque dejará de destinar fondos públicos para áreas clave de desarrollo a cambio de la minería de bitcoin.

"Aquí no sólo es el mero funcionamiento de los servidores, sino también que demanda mucha energía, tienen que estar en ciertas temperaturas controladas para poder funcionar, estamos hablando del uso casi que industrial de aire acondicionado”.

Lourdes Molina
Economista del Icefi

¿Qué podríamos esperar? Que la demanda de electricidad va a aumentar y comenzará a competir con la de los hogares. “Lo que probablemente va a suceder, es que se va a empezar a demandar más combustibles fósiles para aumentar la generación de energía eléctrica”, alerta.

Mismo temor muestra el ambientalista Ricardo Navarro, de Cesta Amigos de la Tierra, quien resume que el proyecto de generación de energía geotérmica, para minado de bitcoin, es “un total fiasco”. “El gran problema es que consume gran cantidad de electricidad”, añade Navarro.

Lejos de la imagen de un minero con pico y pala en mano, el minado de bitcoins es un proceso digital donde se validan transacciones de los usuarios en una red llamada blockchain. “Este proceso brinda seguridad a la red, al mismo tiempo que permite la generación de nuevas monedas”, dice el sitio criptonoticias.

La blockchain es un libro contable donde esas transacciones son reportadas para “extraer su valor”, como en los minerales, por ello el término de minería de bitcoin. La diferencia es que este proceso digital se hace en miles de computadoras agrupadas, que a través de programas, validan cada transacción hecha por los usuarios.

El lugar donde se ubican estas computadoras o lugares de minado, suele ser localidades frías, como en Canadá, o en la Patagonia, Argentina, debido a que los equipos no deben sobrecalentarse.

Sin embargo, Conchagua, donde se estima construir la futura planta geotérmica para el minado de bitcoin, está ubicada en una de las zonas con temperaturas más altas de El Salvador, que pueden llegar hasta los 35 grados Celsius.

La matriz energética.

Actualmente, El Salvador tiene nueve generadores térmicos que representan el 32 % de la capacidad instalada registrada en 2020. El resto está compuesto por centrales hidroeléctricas, biomasa, fotovoltaica, eólica y geotérmica, aunque el país también importa a través del Mercado Eléctrico Regional (MER).

Hay dos centrales geotérmicas, una en el departamento de Ahuachapán, al occidente salvadoreño, y otra en Usulután, al oriente. En esta última, el Gobierno ha instalado una primera mina de bitcoin, desde que inició la adopción de la criptomoneda, en septiembre del año pasado, pero pocos datos se conocen sobre su funcionamiento.

Mientras tanto, en Conchagua, nada se sabe sobre la planta que el Gobierno desea construir. Karen, una emprendedora de ese municipio oriental, relata que empleados de la empresa LaGeo han retomado estudios de factibilidad de energía térmica en la zona alta del volcán inactivo.

Pupusódromo en Conchagua, donde la mayoría de negocios aceptan dólares para operaciones cotidinas. /U. ALEMÁN
Pupusódromo en Conchagua, donde la mayoría de negocios aceptan dólares para operaciones cotidinas. /U. ALEMÁN

Con el anuncio de la Bictoin City, Bukele prometió que alrededor del proyecto habrán “zonas residenciales, centros comerciales, (y) restaurantes”.

Sin embargo, por ahora, Conchagua sigue siendo un pueblo turístico con pequeños comercios, un pupusódromo y la emblemática parroquia Santiago Apóstol, construida en 1693, donde el efectivo de dólares sigue siendo la principal forma de hacer negocios. El uso de tarjetas es desconocido, y del bitcoin solo saben que les sirvió para usar los $30 que el Gobierno dio, a quienes descargaran la Chivo Wallet.

Este artículo fue producido con el apoyo financiero del Earth Journalism Network (Internews).