Dos incautaciones de droga han dejado más de 1,600 kilos decomisados en los últimos días en aguas territoriales salvadoreñas, valuadas en más de $40 millones, un inmenso valor para una industria criminal que deja su cadena de graves consecuencias por donde pasa.

En el caso salvadoreño, las pandillas son las principales operadoras de la distribución y venta de droga. Custodian el paso de cargamentos, distribuyen y dirigen el narcomenudeo que envenena a nuestros jóvenes y por supuesto, su violencia criminal no es casualidad. El pleito por territorios no es por pertenencia o amor a determinada zona, es porque así se distribuyen el comercio de estupefacientes.

El narcotráfico es una industria ilegal mundial y sus ganancias son las causas de múltiples asesinatos, extorsiones, debilidad institucional porque corrompen a policías, militares, jueces, etc, por supuesto eso causa inseguridad y problemas de salud pública a cualquier país donde se afinca. Y eso ha sucedido claramente en El Salvador y ni se diga en Colombia, Venezuela u otros países vecinos centroamericanos.

A eso se suma la llamada economía criminal. que genera los negocios de fachada, el lavado de dinero como pieza clave en la estructuración y la reproducción ampliada del tráfico y sus ramificaciones. Todo eso sucede en El Salvador a través de las pandillas. Por eso es importante que junto a la captura de miles de pandilleros, se golpee su brazo financiero que, como ya sabemos, tiene múltiples rostros y negocios. Las pandillas no han llegado a ser carteles aún, pero claramente son mafias con todos los componentes y se debe combatir con determinación y constancia.