Rodrigo Chaves se convirtió ayer en el presidente número 49 en la historia de Costa Rica, una nación que, a diferencia de sus vecinos centroamericanos, se ha caracterizado por una democracia sólida, una institucionalidad ejemplar y una estabilidad envidiable.

Desde que en 1948 -al final de una guerra civil- se decidió abolir el Ejército, los costarricenses han ido desarrollando un país próspero, pacífico, con una certidumbre que les ha permitido captar inversiones y desarrollar una industria turística que les ha merecido el respeto de todo el planeta. Y mientras el resto de Centroamérica sufría las consecuencias de guerras civiles y sus secuelas posteriores desde finales de los años 70, Costa Rica ha ido en el camino correcto, en lo económico, en lo político y en lo social.

Por supuesto que hay problemas serios, la economía, por ejemplo, el endeudamiento externo, el 23% de su población vive en la pobreza -la cifra más alta desde 2010- y casi 15 de cada 100 costarricenses no tienen empleo, además debe corregir la desigualdad social.

Los costarricenses han dejado atrás a los partidos tradicionales y este será el tercer periodo alejados de las corrientes históricas, el socialdemócrata Partido Liberación Nacional y el Partido Unidad Social Cristiana, duramente afectados por la corrupción.

Ahora Rodrigo Chaves, economista y antiguo ministro de Hacienda, tiene ante sí enormes desafíos. El principal, mantener a Costa Rica en la vía democrática, enderezar su situación económica y mantener sus altos niveles de desarrollo humano y especialmente su educación, a su vez corrigiendo los males de su sólida democracia, sin desviarse del camino como ha sucedido con muchos países latinoamericanos.