Uno de los mayores problemas que hemos tenido como sociedad es el acoso de las pandillas y vendedores de droga en los centros escolares del país. Los delincuentes buscan reclutar niños y adolescentes, los hostigan y los agreden. Hace unos años hasta los asesinaban por docena.

Por eso es vital que con el inicio del año escolar se impulse un plan de prevención y protección en las más de cinco mil escuelas del país. Recordemos que no solo los niños y adolescentes sufren amenazas y acoso, también los docentes pasan por el mismo calvario.

No se trata solo de ver agentes de la Policía Nacional Civil y de la Fuerza Armada rodeando escuelas e institutos. Debería hacerse toda una labor de inteligencia para frenar esos acosos.

Docenas de estudiantes y maestros han sido víctimas mortales de la delincuencia. Muchos estudiantes han abandonado sus estudios ante el acoso de los delincuentes que han convertido los centros escolares en la pesadilla diaria de los adolescentes sanos que buscan superarse en la vida a través de la educación.

La dimensión de la inseguridad en el país puede medirse precisamente en la forma que las escuelas y los estudiantes y maestros sufren por la delincuencia. El Gobierno tiene que poner centenares de agentes a dar seguridad, un costo enorme para el erario público y que son fondos que precisamente se necesitan en la mejoría de la calidad educativa del país, que sufre tantas deficiencias.

El país debería destinar más fondos a mejorar las tecnologías de educación, avanzar en la enseñanza de las matemáticas y las ciencias para afrontar los desafíos del mundo moderno. Tristemente, el Estado salvadoreño y la empresa privada invierten más en seguridad que en educación.