Lo de Chalchuapa es horrible. Hugo Ernesto Osorio Chávez, un expolicía devenido en un sociópata asesino en serie, había convertido su vivienda en un cementerio clandestino donde enterraba a las víctimas de su demencial cadena de asesinatos.

Es uno de los primeros casos documentados en El Salvador de un asesino en serie. Mientras se van conociendo nuevos detalles de sus crímenes, pareciera que estamos entrando en una cinta de terror, en una serie horrorosa que un guionista macabro hubiera escrito.

La Fiscalía ha dicho que “se ha podido rescatar los restos de 10 personas, algunos con evidencia de haber sido asesinados hace dos años” en la vivienda del detenido. Los fiscales creen que con esta investigación se podrán esclarecer casos de personas que habían sido reportadas como desaparecidas en Chalchuapa y hasta una página de Facebook pide denunciar casos de desapariciones para determinar si las víctimas están ahí. Parte del horror es que siete de las víctimas enterradas eran mujeres y tres eran niños.

¿Cuántos asesinos en serie más andan acechando por ahí en nuestras calles y colonias? Las autoridades deberían tomarse bien en serio este caso y ver si hay un patrón que se replica. Además, el tema de las desapariciones no se puede soslayar como un asunto mediático antigubernamental, no, es una realidad que está ahí y que debe atenderse porque como este caso nos demuestra, las desapariciones terminan en asesinatos que no se reportan. Las autoridades han dado un buen paso con esta investigación, pero, ojalá, que este caso ayude a esclarecer muchas desapariciones y abra los ojos sobre este doloroso crimen que mantiene en agonía a cientos de familias salvadoreñas.