La ideología de género o, mejor dicho “género ideológico”, constituye una amenaza, ya que es más peligrosa que la ideología marxista y comunista, porque rompe toda la visión antropológica de lo que es el hombre según la obra de Dios creador. Por esto no se puede estar abierto a esta ideología. “Si el mundo hoy está contra el hombre, está al mismo tiempo contra Jesucristo”.

Ciertamente, debemos estar preocupados por la interpretación cada vez más limitada del derecho a la vida, tanto a nivel nacional como en los tratados y mecanismos en defensa de los derechos humanos. Esta tendencia se evidencia de forma particular en la corriente del discurso de derechos humanos, que se niega a reconocer el valor inherente y dignidad de la vida humana en todas las etapas, en su inicio, desarrollo y fin. Esa ideología presente, desafortunadamente, en varios de los organismos del entramado de derechos humanos de la ONU, conduce a graves desigualdades e injusticias, a menudo ignorando a los niños que se encuentran en el útero y tratando las vidas de las personas mayores y con discapacidades como si fueran prescindibles, una carga para la sociedad.

El mundo necesita recuperar una visión global de la persona humana, la dignidad humana y los derechos humanos, ya que cualquier visión reduccionista de la persona humana, inevitablemente deshumaniza y excluye de forma efectiva a determinadas personas de su permanencia a la raza humana, abriendo así caminos a la desigualdad, a la injusticia y al daño.

Es Dios quien ha creado al hombre masculino y femenino. La ideología de género, al contrario, hace todo lo posible para cancelar las diferencias entre hombre y mujer, lo que ya es un absurdo desde el punto de vista biológico. La ideología de género es una corriente que considera que el sexo no es una realidad biológica sino una construcción socio-cultural que diversos gobiernos intentan imponer a través de la educación de los niños y jóvenes. La ideología de género ha ido transformando el ordenamiento jurídico en muchos países, anteponiendo sus planteamientos ideológicos y demandas históricas a la resolución de los problemas reales existentes.

Por “género ideológico”, en un sentido amplio, entendemos un sistema de pensamiento que postula esencialmente que las diferencias entre hombre y mujer no corresponden a la naturaleza, sino que son construcciones meramente culturales o convencionales hechas según los roles o estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos. Dicha ideología pretende dar una interpretación total de la realidad, de la sociedad y de la historia. Afirma que no existen sexos sino roles. Está llegando a ser un sistema omnicomprensivo y enormemente influyente en nuestra cultura. Se confronta con el concepto de persona que nos traslada nuestra tradición cristiana.

La ideología de género es contraria los pilares básicos de nuestra cultura, opera sobre una realidad inexistente y bajo unos fundamentos falsos y tiene la pretensión de disolver, haciéndolas irreconocibles, instituciones que son escuela de realidad, como son el matrimonio y la familia.

A impulsos del feminismo radical y de las energías laicistas y relativistas, la ideología de género inició su difusión a partir de la “Conferencia de la mujer”, de Beijing/Pekín (año 1995). En ella, los lobbies “consiguieron imponer a los países miembros, el compromiso de incorporar la perspectiva de género en todas sus políticas y medidas legislativas”. Desde entonces la ONU está presionando a sus países miembros. Ya es un ingrediente indispensable del masónico Nuevo Orden Mundial, sustitutivo del Orden cristiano.

La UNESCO, la agencia de la ONU encargada de velar por la educación, la ciencia y la cultura, bajo el pretexto de luchar contra la discriminación, promueve nuevas políticas en favor de la ideología de género. Propone que se incluyan en todos los programas educativos de modo transversal, o sea, insertados prácticamente en todas las asignaturas, por ejemplo, historia, literatura, lengua, educación sexual. Esta concepción del género ideológico, inspirada ya en leyes en diferentes países sobre la igualdad efectiva de hombres y mujeres, en el apartado regulador del cambio de sexo en el Registro Civil cuando “no se corresponde con su identidad de género”. Subyace también en las leyes por las que se modifican artículos de códigos civiles, que reconocía la potestad de los padres para corregir razonablemente a sus hijos. A su vez, el matrimonio es considerado ya como un invento social de índole relativista, pues se adaptaría a las alteraciones de las circunstancias socioculturales e históricas. El matrimonio queda a la intemperie, dependiente del deseo de cada contrayente, a merced de la satisfacción subjetiva, emocional, psicológica, sexual y a veces hasta meramente genital. Se silencia la función social del matrimonio y de la familia, teniendo como resultado el desierto demográfico que atraviesan en nuestros días muchos países.