Es un tema recurrente para analistas políticos, periodistas y estrategas electorales preguntarse qué pasará en los comicios legislativos y municipales del próximo 28 de febrero. Todas las encuestas le dan una amplia ventaja al oficialismo y la gran pregunta es qué pasará con la oposición política.

Nayib Bukele acabó con 30 años de bipartidismo en 2019 y todo parece indicar que tendrá resultados favorables para sus partidos afines -Nuevas Ideas y Gana- durante los próximos comicios. Algunos hasta se aventuran a hablar que puede ganar un número inédito de curules y ejercer un control total sobre los poderes públicos.

Toda democracia necesita pluralidad, diversidad de pensamiento político, pero hay que tener claro el desgaste de los partidos opositores, en especial de ARENA y el FMLN, duramente golpeados por los actos de corrupción de sus gobiernos. ¿Podrán recuperar el terreno perdido? Se ve cuesta arriba.

La democracia salvadoreña necesita una oposición sólida, constructiva, coherente, valiente. La alternancia en el poder y las opciones electorales diversas siempre serán muy sanas para la democracia. Los liderazgos deben renovarse y tener una visión amplia de la realidad que vivimos.

Lo cierto es que la oposición tradicional parece desorientada, carente de ideas y de iniciativas, reactiva y no proactiva y con evidententes incoherencias. De otro lado, los partidos nuevos parecen demasiado inexpertos para la situación que enfrentamos. ¿Habrá posibilidad de que la estrategia electoral les permita ganar suficientes diputaciones para seguir siendo relevantes? Ese es el gran desafío para los partidos opositores.