El liberalismo es una filosofía política que busca maximizar la libertad individual. Se caracteriza por favorecer que las personas sean libres de hacer cualquier cosa siempre que sus acciones sean pacíficas. Bajo el liberalismo, el Estado y las leyes existen para asegurar la interacción pacífica entre los hombres. Está para combatir el crimen, no para controlar a las personas; el poder de los gobernantes es limitado, independientemente de su popularidad.

Las ideas liberales no son nuevas. Sin embargo, soy optimista que son el futuro del país. El espíritu liberal, es decir, la desconfianza en el poder, está muy latente. El ambiente autoritario que existe en estos momentos, auspiciado por la falsa creencia del gobierno que ser mayoría le da la facultad de pasar por encima de las leyes y actuar según su antojo, ha despertado un escepticismo hacia la clase política que no se vive desde hace mucho tiempo. Hay muchas ganas de limitar el poder y de vivir en la libertad; al menos más que antes.

Ser optimista sobre lo que nos espera después de las elecciones no es fácil; mucho menos cuando todo parece ir en contra. Defender la libertad no es fácil. Todos sabemos que se puede perder un abrir y cerrar de ojos. Por algo se dice que su precio es la eterna vigilancia. Pero realmente no hay otra opción; nunca ha habido. La libertad no se defiende sola; necesita hombres dispuestos a ponerse de pie y a veces dar la vida por ella. El poder nunca ha cedido voluntariamente, y cuando lo ha hecho, siempre ha sido el resultado de unos pocos hombres que no doblegaron sus principios por un pedazo de pan.

Pero para que el futuro sea liberal, no basta que exista un clima de escepticismo a los gobernantes y hombres valientes con un optimismo inquebrantable dispuestos a darlo todo. Para que el liberalismo triunfe, o mejor dicho, la libertad, es fundamental entender qué significa y cómo nos beneficia. Todos los argumentos a favor y en contra de nuestra posición deben de estudiarse lo más posible. Solo por medio de la claridad conceptual, será posible construir un mensaje genuino y coherente capaz de convencer a otros y poner de rodillas al autoritarismo. La clave, aunque no sea evidente, está en ganar en el campo de las ideas.

Lastimosamente el camino hacia la libertad es largo y está lleno de obstáculos. No solo hay luchar contra aquellos que están en el poder y buscan imponerse sobre nosotros, también hay que luchar contra nuestros propios miedos, la falta de apoyo y la ausencia de recursos para que el mensaje se popularice. No obstante, si se empieza a trabajar desde ahorita, por muy pequeño que parezca un esfuerzo por concientizar a otros en principios liberales, estoy convencido que muchos que en estos momentos se preparan para un día liderar el país, tendrán un mayor aprecio por la libertad y se encargarán de retroceder el autoritarismo que hoy nos agobia.

Es hora de pensar a largo plazo. El clima político se presta para corregir el rumbo del país. Si lo aprovechamos para abrir mentes, el futuro será liberal.