Han pasado las elecciones con los resultados ya conocidos y después de la celebración de los victoriosos y el llanto de los derrotados, los problemas del país siguen ahí esperando a ser resueltos. La enorme responsabilidad que queda entonces es unirnos como nación para encontrar soluciones y ver hacia adelante.

Tanto victoriosos como derrotados deben ver las cosas con serenidad. Sé que es difícil en medio de la soberbia que genera una victoria tan contundente o una derrota tan estrepitosa, pero así debe ser. Hay que ponerle mucho cerebro a la situación y dejar el hígado afuera de las decisiones de país. Los grandes problemas económicos y fiscales que tiene el país, por ejemplo, requieren del concurso de todos los sectores. Los empresarios son elemento clave en esta situación y dicen los economistas que no hay nada más nervioso que un millón de dólares, una expresión que refleja que el inversionista busca estabilidad, predictibilidad y seguridad jurídica y eso lo dan las condiciones que establece un gobierno para los negocios.

Sin inversión, sin generación de empleos que apalanque los ingresos y el consumo, no hay crecimiento ni desarrollo posibles, no hay pago de impuestos para financiar los grandes proyectos gubernamentales y la mejora en educación y salud que ofrece el Gobierno.

Todo eso requiere serenidad, bajarle a la confrontación y pensar en el futuro del país. La responsabilidad es de todos. De victoriosos y derrotados. Seguir enfrentados podría generar votos, pero ¿solucionará los problemas de país? Lo dudo mucho.