El Salvador entró en shock el pasado lunes cuando miles de personas buscaron las 16 oficinas de CENADE, para enlistarse o para reclamar ser incluidos en la entrega de los $300 dólares a 1.5 millones de hogares, ofrecidos por el Ejecutivo, como medida paliativa a la crisis económica derivada de la paralización total de las actividades en el país; El Salvador pudo ver como miles de personas salieron a pesar de la pandemia a buscar el apoyo ofrecido y en un par de lugares las cosas se desbordaron hasta la amenaza de saqueos y disturbios.

Fue un día terrible para todos, la cantidad de gente en las calles en busca de $300 dólares para comer era impresionante, por otro lado fue duro darnos cuenta que el esfuerzo de la cuarentena se tiraba al traste por el rompimiento de las medidas de resguardo y la distancia social que pasó a ser de dos metros a aglomeraciones descontroladas, en muchos puntos del país. Si bien la medida de un subsidio es pertinente para mitigar lo que los expertos ya anuncian como una mega crisis económica y de empleo, el mecanismo me parece fue utilizado más en función del posible clientelismo o rédito de imagen que como solución técnica a un problema, el precio del populismo nuevamente nos demuestra que puede ser demasiado caro, porque 24 horas más tarde la situación cambió a un proceso más ordenado y ya con el apoyo de las entidades bancarias privadas, lo que generó “orgullo” de su gente al presidente que asumía también en paralelo el error de comunicación y de la operatividad de la medida.

Si de verdad buscamos ayudar, debemos abandonar la tentación de usar cada oportunidad para inflar pecho o colgarnos medallas, olvidarnos de canalizar resultados al prestigio personal y más valdría tomarse un par de horas más para definir mejor las estrategias que perderlo todo en un segundo.

Aún no se sabe el costo de haberse generado las aglomeraciones en cuanto a contagios, lo sabremos dos semanas después cuando los nuevos portadores pudieran mostrar síntomas, pero si sabemos de encuestas que miden si el presidente es el “mejor” para pelear con el coronavirus.

Ser popular, no debería ser el objetivo de ningún presidente, eso solo alimenta casas encuestadoras, publicistas y egos que son luego vapuleados por la realidad y no hay marcha atrás, como tampoco cuando eso sucede recuperación de esos errores basados en la búsqueda del querer “quedar” bien con todos, veamos el caso de AMLO en México quien arriesgó a su población alardeando de no necesitar medidas para luego tener que correr asustado por el número de contagios y muertes, México ni ningún país merece eso y mucho menos a pago de populismo.

La popularidad es cierto le sirvió al candidato, con eso sumó votos y alcanzó el poder y la responsabilidad de gobernar, pero ser popular para tomar decisiones puede provocar nuevos problemas, porque ser popular y pensar en ello como ganancia, siempre exigirá evaluar en consecuencias superficiales como en cuantos puntos de rating caerá la imagen, cuantos like se perderán en Facebook o cuántos comentarios positivos se perderán en decisiones que son importantes, pero si se antepone el interés personal, el ego y la vanidad por sobre la conveniencia, entonces fallamos, y todos pagamos demasiado caro por una decisión.

El populismo no es buen consejero y en época de crisis menos, porque deben tomarse decisiones que probablemente hagan impopular a alguien un momento, pero eso logrará que sea recordado para siempre. La crisis sin duda requiere un esfuerzo de todos, por lo tanto agenciarse éxitos personales en compromisos compartidos es abrirle agujeros al barco en el que todos vamos, sabemos que no será fácil y que habrá errores, desaciertos y también éxitos y buenos resultados, pero personalizar ambos casos solo hará que el problema sea más grande y tendrá un costo mayor, con precio de populismo.