El discurso del presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden el fin de semana anterior es digno de un análisis serio sobre cómo una sociedad necesita reconstruirse a sí misma cuando ha pasado por una fase de polarización y división como la que el presidente saliente, Donald Trump, ha sometido a ese país.

“Es hora de bajar la temperatura, mirarnos, escucharnos de nuevo y dejar de ver a nuestros oponentes como rivales... Es el momento de sanar Estados Unidos”, dijo el presidente electo el fin de semana en Delaware, tras ser evidente su triunfo. Y aunque Trump se niega a reconocer la victoria de su rival y ofrece un alud de demandas legales, sus argumentos son tan débiles que todos los líderes del mundo libre -hasta el papa Francisco- ya han reconocido a Biden como el próximo gobernante estadounidense.

El trabajo de Biden de reunificar Estados Unidos será inmenso. Y es que aunque Trump haya sido derrotado en las urnas, su extremismo político seguirá existiendo entre algunos de sus simpatizantes, entre ellas milicias armadas y grupos racistas, supremacistas blancos, capaces de actos de violencia y terror.

La Biblia dice que “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae”. Eso siempre lo tienen que tener en mente los gobernantes. Un país necesita cohesión, objetivos comunes, tolerancia hacia los que piensan diferente, construir puentes con todos los grupos políticos y económicos para crecer y desarrollarse, los muros siempre caen, los pueblos los derriban cuando están hartos de esas divisiones.