Cuando uno voltea a ver estos cuatro meses desde la llegada de la pandemia al país, parece que hemos estado suspendidos en un mal sueño, en una pesadilla y sorprende lo ingenuo que fuimos al creer que esto sería un asunto pasajero y que luego volveríamos a la normalidad de siempre.

Nada de eso ha ocurrido. La situación parece seguir empeorando y la normalidad parece cada vez más lejana. Lo único que parece terriblemente normal es la confrontación política que lejos de ayudarnos en algo, nos perjudica en todo.

A diario nos enteramos de amigos y conocidos enfermos y fallecidos. Gente de todas las edades, profesiones y estratos. Afortunadamente, la inmensa mayoría lo sigue superando pero seguimos lamentando la pérdida frecuente de vidas.

Duele hablar con familiares y amigos enfermos. De veras, escuchar su voz cansada y angustiada me hace sufrir y solo encuentro consuelo en la fe.

Es doloroso que pese a tanta mala noticia, sigue habiendo tanta irresponsabilidad, gente sin mascarillas, jóvenes haciendo fiestas, restaurantes que abren a la orilla de la playa, sin distanciamiento mientras los comensales beben cerveza y conversan sin el menor cuidado. Esa es nuestra cruda realidad. La falta de consideración y la falta de disciplina están causando muchos contagios y muchas víctimas.

Mientras tanto, la pandemia nos robó el mes de marzo, de abril, de mayo, de junio y ya va por julio. Nos robará el resto del año y hasta que la vacuna o el tratamiento adecuado sean descubiertos. Preocupante. En medio se pierden empleos, se pierden ingresos, se pierden empresas. Es necesario tomar conciencia en la disciplina y la consideración hacia los demás, sino esto seguirá arruinando nuestras vidas. Solo nosotros somos responsables de cuidarnos y cuidar a los demás.