Katie Bouman es la joven científica norteamericana que este año contribuyó a desarrollar la tecnología para captar la primera imagen telescópica de un agujero negro en el espacio. Katherine Johnson fue una brillante matemática que trabajó en la NASA donde en la década de los 60 ayudó a mandar al espacio las primeras naves tripuladas. Marie Curie fue una destacada física y química cuyos aportes le merecieron dos premios Nobel entre 1903 y 1911 y Alicia Lardé Nash fue una increíble científica salvadoreña, graduada de ingeniería aeroespacial en los años 50 en la prestigiosa universidad de MIT. Sin embargo, a pesar de los notables aportes que éstas y muchas otras mujeres han realizado a las ciencias y tecnología, el número de mujeres en carreras relacionadas con ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, o STEM por sus siglas en inglés, es todavía muy inferior al número de hombres. Según estudios de distintas organizaciones, incluyendo la UNESCO y el Foro Económico Mundial, actualmente, las mujeres representan menos del 30 % de la fuerza laboral en las profesiones relacionadas con STEM. Las razones son muy variadas y complejas -y no las abordaré en esta oportunidad- pero las cifras reflejan una realidad que debería alertarnos ante los retos y transformaciones que la 4ª revolución industrial impone para el futuro del empleo.

Esta nueva revolución anuncia cambios positivos y negativos para hombres y mujeres en muchos ámbitos. En el ámbito laboral surgirán nuevas fuentes de empleo, pero también desaparecerán muchas otras. Las nuevas fuentes de empleo estarán principalmente relacionadas con tecnologías novedosas y con trabajos que requerirán, en su mayoría, conocimientos relacionados con STEM, profesiones en las que las mujeres somos minoritarias. A título de ejemplo, el Informe Global sobre la Brecha de Género del Foro Económico Mundial 2018 -FEM 2018- indica que solo un 22 % de trabajos relacionados con inteligencia artificial están siendo desempeñados por mujeres, mientras que un informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, indica que en 2016, solo el 6% de las aplicaciones móviles o apps estaban siendo desarrolladas por mujeres. Por su parte, la Robotics Business Review informa que en una competencia reciente sobre robótica, de 444 participantes, solo 23 fueron mujeres. En pocas palabras, si no aumentamos la participación de la mujer en profesiones relacionadas con STEM, la 4ª revolución podría impactar mucho más negativamente las oportunidades y condiciones laborales de las mujeres que las de los hombres, con el consecuente incremento de la desigualdad.

Charles Darwin es conocido, entre otras cosas, por explicar que las especies con mayor capacidad para adaptarse a las transformaciones de su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir, por lo que hombres y mujeres debemos adaptarnos a los cambios que la 4ª revolución trae consigo, si queremos sobrevivir, laboralmente hablando. Sin embargo, dado que estos cambios no nos afectarán a todos por igual y que algunos grupos, como las mujeres, podríamos sufrir mayores consecuencias negativas, es necesario adoptar soluciones diferenciadas y es necesario adoptarlas ya. El citado estudio del FEM indica que las medidas que reducen la brecha laboral son medidas ganar-ganar, ya que los países más competitivos a nivel global son aquellos que generalmente invierten en su capital humano, implementando medidas concretas para fomentar la participación laboral equitativa.

Organismos como la UNESCO y la OCDE, proponen algunas medidas para fomentar la participación de las mujeres en STEM y para contribuir a reducir el impacto de la 4ª revolución que pueden resumirse en dos ideas fuerza: i) Urge repensar la educación que estamos dando a las niñas, las habilidades que les fomentamos y las carreras hacia las cuales las orientamos, entre otros; ii) Hay que detectar y eliminar los obstáculos de todo tipo que impiden que las mujeres apliquen y accedan a empleos relacionados con STEM. Así mismo, si como país queremos ser exitosos ante los cambios que impone la 4ª revolución industrial, es necesario adaptarnos y reformular las carreras y posgrados que las universidades ofrecen para adecuarlos a las competencias que el mercado del trabajo está demandando, así como detectar las necesidades de especialización y capacitación que puedan requerirse para actualizar la fuerza laboral, con enfoque de género.