En los últimos dos días hemos escuchado una serie de opiniones de expertos constitucionalistas expresando sus preocupaciones por el clima de inestabilidad institucional del país durante los últimos meses y los riesgos de reformas constitucionales que impliquen un retroceso en el sistema democrático y de libertades que tiene El Salvador.

La Constitución de 1983 está lejos de ser perfecta pero fue pensada para un país que llegó a una época que trascendió las dictaduras militares y los regimenes autoritarios del pasado. Por eso estableció un balance de poderes, los “checks and balances” que dicen los estadounidenses, y estableció candados para que ningún órgano de Estado abuse de su poder.

Eso ha permitido que el país sea gobernado por diferentes corrientes de pensamiento e ideologías políticas que aunque se han visto tentadas al autoritarismo muchas veces, no han logrado sus propósito y hemos conservado nuestro sistema democrático dándole certeza a nuestro sistema electoral, a las libertades públicas y a los derechos humanos. Y así debemos mantenernos.

Hay preocupaciones manifiestas, sensatas y bien fundadas sobre las intenciones autoritarias de algunos. Pero también hay que tener claro que este país -como dice su himno nacional- tiene la Libertad como su dogma, como su guía que mil veces logró defender. La Constitución debe respetarse, ha probado su valor y su trascendencia en sus más de 30 años. Hay que resguardarla y defenderla.