Una empleada de un supermercado se baja la mascarilla a la barbilla para responder la pregunta que le hice sobre dónde estaba X producto. Yo la escuchaba perfectamente, no sé por qué se quitó la mascarilla y nos puso en riesgo a los demás. ¡Cómo cuesta con este tema!.
No sé cuánto le costó a la Fuerza Armada -bueno, a nosotros los contribuyentes en realidad- comprar caretas de protección para los soldados que estaban en los retenes durante la cuarentena. Me alegré cuando vi esa medida de protección a los soldados, hasta que pasé de vuelta y los ví con la careta levantada, tomándose una gaseosa en lata, riendo a carcajadas y hablando como en los viejos tiempos. ¿Y entonces de qué sirvió esa inversión en equipo de protección?
El colmo es funcionarios y precandidatos a 2021 que, buscando figuración, aparecen fotografiándose sin mascarilla mientras conversan con otras personas.
Si usted no usa mascarilla o la usa en la barbilla, no se me acerque y no se acerque a los demás porque usted potencialmente puede ser un foco de contagio o contagiarse por ese descuido terrible.
Está bien si no le cree al Gobierno o a los médicos sobre esa medida de protección, pero tenga la más mínima consideración hacia los demás. No se trata de pánico, se trata de responsabilidad hacia quienes interactúa.