Con cada elección legislativa, los votantes suelen tener la esperanza que lograrán cambiar la composición del parlamento de tal manera que la mala imagen de la que usualmente nos quemos de la Asamblea, será renovada. Lamentablemente, no sucede así. Por una u otra razón, la Asamblea sigue siendo un órgano bastante mal evaluado y algunos personajes bastante cuestionados siguen ahí.

Por un lado, uno pensaría que cada elección da la oportunidad de que estos personajes de los que tanto nos quejamos saldrán. Pero también hemos visto con los años que otros personajes de igual o incluso peor nivel, aparecen y pueblan las curules con comportamientos igualmente cuestionables.

Hay que admitir también que en algunos casos, hay caras nuevas valiosas, hombres y mujeres capaces que destacan por su comportamiento, sus propuestas y sus intervenciones en las sesiones plenarias y comisiones y eso es positivo. Pero a menudo se ven opacados por el sistema. Los hay en todos los partidos.

Con la elección del 28 de febrero, mi principal preocupación es qué nivel tendrá la Asamblea. En términos de capacidad de debate, capacidad de cuestionamiento, capacidad para balance de poderes, y me pregunto si algunos de los nuevos diputados realmente renovarán el comportamiento de los diputados y la manera de hacer política. Lo terrible es que hubiera un cambio de rostros con viejas mañas y los votantes terminaran igual de frustrados que en elecciones anteriores. Ojo con eso.