Hasta junio pasado, el Seguro Social registraba casi 75 mil cotizantes menos del sector privado, en comparación a febrero, el último mes “normal” que tuvimos antes de la pandemia de coronavirus.

La pérdida de empleos es una realidad galopante y esa cifra de 75 mil cotizantes perdidos corresponden al sector formal de la economía que lamentablemente, no es el mayoritario, así que podemos calcular que la cifra es mucho mayor y que hay gran cantidad de rubros económicos afectados. En este caso, la mayoría de los cotizantes perdidos corresponden al sector manufacturero, al sector comercio y al sector turismo. Pero a eso hay que agregarle la enorme cantidad de empleos informales perdidos en amplios sectores.

La preocupación por la pérdida de empleos es mayúscula cuando analizamos el profundo impacto económico y social que podría tener y afectarnos durante muchos años. La pérdida de empleos e ingresos genera desesperación, genera violencia social y desgraciadamente, de eso sabemos mucho en El Salvador. Muchos de los empleos perdidos corresponden a fuerza laboral joven que tiene que buscar alternativas de sobrevivencia en un país acostumbrado a la migración, otro fenómeno que por la naturaleza de la pandemia tampoco podrá ser un recurso fácil.

Al Gobierno le queda crear un clima de negocios propicio para generar empleos, seguridad jurídica y certidumbre para que las empresas se recuperen.