Este 15 de octubre se cumplen 43 años que ocurrió el último Golpe de Estado de nuestra historia republicana. El presidente Carlos Humberto Romero fue derrocado por un movimiento de militares jóvenes que junto a un grupo de civiles intentaban evitar el desenlace bélico que terminamos sufriendo entre 1980 y 1992.

A las buenas intenciones que se plasmaron en la proclama de aquel 15 de octubre, le salieron al paso una guerrilla izquierdista que quería imponer un régimen marxista por la fuerza y ya había mostrado su peor cara con secuestros y asesinatos.

Al mismo tiempo, en algunos sectores de extrema derecha se desataban los temibles escuadrones de la muerte. La Junta de Gobierno estaba condenada al fracaso ante el empuje de dos partes beligerantes que llevaron al país a la guerra.

Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces y los salvadoreños vivimos la pesadilla del conflicto armado, de los secuestros, de las desapariciones, de la destrucción de nuestra infraestructura y de nuestro aparato productivo. Luego vino la postguerra y con ella vinieron otros problemas graves como las bandas delincuenciales y las pandillas convertidas después en bandas de crimen organizado de niveles transnacionales, algo a lo que el Estado y la sociedad siguen enfrentando y sufriendo a elevados costos humanos y económicos.

El costo del conflicto lo seguimos pagando muy caro con la violencia, la situación económica, la migración y otros males que tanto nos afectan. Por eso es importante aprender de estas lecciones de historia para no repetirlas, fortalecer la institucionalidad democrática y seguir luchando por un país más justo, más próspero y más humano, respetando los derechos humanos y las libertades de los ciudadanos.