Las niñas en Panchimalco comienzan a acarrear agua entre los 4 y los 10 años. Se exponen a diario a la violencia sexual. /Fotografía de Saraí Alas, Ilustración Diario El Mundo.


Un largo y solitario camino de tierra color arcilla recorren niñas y mujeres en busca de un poco de agua para su consumo y el de sus familias en los cantones Panchimalquito, Los Pajales y El Divisadero, en Panchimalco, San Salvador.

Luego de una hora, ya con rostros serios y cansados, llenan uno o dos cántaros de un delgadísimo chorro. Son niñas de 8 años y mujeres adultas mayores quienes obtienen el agua sorteando día a día el riesgo de la violencia.

En El Divisadero, Los Pajales y Panchimalquito, las mujeres viven con temor. Cuando salen a traer agua para preparar los alimentos de sus hijos y esposos, temen violaciones, desapariciones o asaltos.

María de Los Ángeles (nombre ficticio) tenía cuatro años cuando caminaba, junto a su madre, más de dos kilómetros hacia el río Chisiquizapa, en donde lavaban la ropa, se aseaban y llevaban de regreso un cántaro de agua a su vivienda en Los Pajales.

Como ella, sus hijas acostumbraban ir al río para conseguir un poco de agua hasta que fueron víctimas de violencia sexual. Ahora, a sus 75 años, siente angustia por las jóvenes de su comunidad.

“A mí me da pena contar todo lo que mis hijas vivieron. Me da pena contar lo que vivieron cuando no teníamos acceso a estos poquitos de agua, porque en realidad sufrimos”, relata con lágrimas en sus ojos. Sus hijas se fueron del lugar, huyendo de la violencia.

“En el verano nos tenemos que agrupar para ir al río. Ahora con tanta delincuencia ya no se puede ir, aquí muchas jóvenes sufrieron violaciones porque no se podía ir a los vertientes a traer agua si no iba el grupito de muchachas”, lamenta.

 

La lucha por el agua.


Habitantes de estos tres cantones han pasado su vida luchando por el agua. La construcción de un proyecto comunitario, de la mano de organizaciones, prometía terminar con ese martirio aunque dicho proceso ha sido interrumpido por el alcalde Jorge Mejía y su concejo.

El 17 de septiembre, adultos mayores y jóvenes protestaron fuera de la alcaldía, acusando al alcalde de haberles decomisado materiales de construcción y tuberías que habían comprado para abastecer de agua a 800 familias de un pozo ubicado en El Divisadero. El alcalde se comprometió a escuchar sus demandas y a abastecerlos de agua potable. Los habitantes se mantienen incrédulos.

“Todos nos prometen lo mismo, que nos van a traer agua. Y nadie lo hace”, asegura Secundino Ramos, líder comunitario de unos 60 años. Como casi todos en el lugar, él acarrea agua desde los 10 años. Secundino teme por su seguridad y la de las mujeres de la zona.

“Las hembras no pueden salir porque las violan. Esa es otra cosa. ¿Cómo ve usted qué es lo que puede hacerse?, ahorita estamos entre la espada y la pared. Ya uno de viejo prefiere ir a duras penas. Hay peligro, más para las mujeres”, reflexiona Secundino.

El 17 de septiembre, protestaron contra el alcalde, a quien le exigen permiso para un proyecto comunitario. / S. Alas.

Peligro constante.


Cargando un “tanate” (bolsa con ropa), un cántaro y abrazando a uno de sus tres hijos, Marta (nombre ficticio), de 45 años, recuerda cuando caminaba al río Papaleguayo para obtener el agua. Comenzó a acarrear agua a los 10 años.

Cuando sus hijos crecieron, ya no pudo ir. “Mis tías fueron violadas por hombres que las agarraban a la fuerza cuando iban a traer agua. Yo, Dios me cuidó, pero sí sufrimos por ir a buscar el agua para hacer los quehaceres. Todavía”, resiente.

Ahora sus dos hijas le ayudan a conseguir agua. Pero es un temor constante. “Hoy ya no se puede ir a los montes por agua, por leña. Nosotros nos arriesgamos con mis hijas a traer un cántaro, se lo pueden llevar a uno. Tengo una nieta y lo que yo he vivido no quiero que lo viva”, dice convencida. Hace cinco años, desapareció un familiar que se dirigía a trabajar cerca del río Chichigazapa.

Beatriz (nombre ficticio), de 50 años, recuerda cuando salía por las noches desde los cinco años con su familia a lavar ropa. Su madre era quien llevaba los cántaros.

La violencia le arrebató a su hijo en un río del lugar cuando se dirigía a bañarse. Ahora dice temerosa: “Uno ya no puede salir a buscar el agua, tenemos miedo. Ya no es como antes, cuando yo crecí, me iba al río y no sentía miedo, a traer agua a los vertientes, cinco viajes echaba, pero yo ya no puedo mandar a mi hija porque me da miedo, incluso uno ya de mayor ya le da miedo”.

 

Un elevado costo.


Desde 2014, los habitantes de los cantones El Divisadero, Los Pajales y Panchimalquito reciben dos barriles de agua cada cinco días. Ellos pagaban $4 mensuales pero desde la pandemia covid-19 los dos barriles son insuficientes. Por ello, quieren obtener un permiso de la alcaldía para abastecer a 738 familias. Por ahora, el pozo da agua al 82.38 %: 608 familias. El proyecto lo ejecutarían habitantes y la Asociación Comunitaria Unida por el Agua y la Agricultura (ACUA).

En Panchimalco, las niñas también tienen responsabilidad de ir a traer agua para sus familias. / F. VALLE

Las más vulnerables.


La relación de las mujeres con el agua no es la misma que viven los hombres, explica Ariela González, de la Fundación para Estudios para la Aplicación del Derecho (Fespad): “Ha sido vista como la que provee de agua al grupo familiar, como una tarea doméstica. Esta realidad ataca a las mujeres en su condición, que en zonas rurales corren riesgos al abastecer de agua a sus familias”.

González señala que es importante que la ley del agua incluya un enfoque de derechos humanos “para no dejar a mujeres desprotegidas ante factores de violencia por la búsqueda del recurso”.

Luis González, director de incidencia de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), coincide en que las mujeres son las más afectadas por la crisis hídrica y la falta de reconocimiento del derecho humano al agua.

“Lo que debería de hacerse es garantizarse el agua en el hogar para evitar que las mujeres se expongan a salir a las 4 o 5 de la mañana y caminar kilómetros para abastecer de agua el hogar”, sugiere. Ambos reiteran la importancia de incluir el enfoque de género en la Ley de Recursos Hídricos bajo estudio en la comisión ad hoc de la Asamblea Legislativa.

 

Los costos y peligros del agua


Las mujeres de los cantones Panchimalquito, El Divisadero y Los Pajales, en Panchimalco, se arriesgan en la búsqueda del agua necesaria para ellas y sus familias.

 

  1. Agresiones sexuales


Niñas o mujeres se exponen a ser víctimas de agresiones sexuales mientras se trasladan a buscar agua para sus familias, según organizaciones.

 

  1. Desapariciones


Temen que niñas, mujeres o hombres sean víctimas de desapariciones forzadas a manos de grupos criminales cuando buscan el recurso hídrico.

 

  1. Hurtos o robos


Cuando mujeres de Panchimalco iban a lavar al río más cercano, en algunas ocasiones fueron víctimas de robos o hurtos de su ropa o dinero.

 

  1. Amenazas


Mujeres de Panchimalco han sido víctimas de amenazas de agresión sexual al momento de ir a buscar agua, por lo cual se dirigen en grupos de cuatro.

 

El agua de las familias de Panchimalco


 

  • 2 barriles


De agua cada 5 días obtiene una familia.

 

  • $4 al mes


Paga cada familia por el agua.

 

  • 82 por ciento


De las familias reciben agua del pozo.

 

  • 4-10 años


Edades de niños que inician el acarreo.

 

Una líder comunal lleva un cartel en el cual muestra el camino de 2 kilómetros que hacen para obtener agua. /S. Alas.