El sarampión ha irrumpido con fuerza en Estados Unidos en los últimos meses luego que en los últimos años estallara un movimiento de incrédulos en las vacunas, con argumentos científicos tan poco convincentes como aquellos que presumen de la conclusión de que la tierra es plana.

El riesgo de una epidemia de sarampión u otras enfermedades erradicadas es también una amenaza en El Salvador. El principal problema que tenemos es que la cobertura de las jornadas de vacunación se ve seriamente afectada por la presencia de pandillas.

Un médico conocedor de esta situación me comentaba que el personal de Salud es controlado por las pandillas que deciden si les permiten o no pasar a vacunar a los niños. En algunas zonas, las pandillas cobran renta por permitir la vacunación, mientras revisan la documentación de los empleados sanitarios y comprobar que no son “policías infiltrados”.

El médico me advertía que eventualmente esto puede afectar a esas zonas controladas por pandillas porque muchos empleados sanitarios -con mucha razón- no quieren tomarse riesgos de ingresar y muchos niños pueden quedar sin ser vacunados, aumentando el riesgo de enfermedades endémicas ya erradicadas. Parte del problema es que las máximas autoridades de Salud, más políticas que técnicas, se niegan a admitir estas problemáticas y prefieren no denunciar los hechos. Tampoco es que la Policía y la Fuerza Armada tengan mucha voluntad para acompañar a los salubristas ante el temor de enfrentamientos.

Así afecta la inseguridad a la población. Así afecta a la población el accionar de los pandilleros, incapaces además de razonar sobre el mal que le hacen a la gente.