El Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos, uno de los centros científicos más importantes del mundo, hacía la semana pasada una proyección dramática sobre los alcances del coronavirus en ese país y advertía que 1.7 millones de personas podrían fallecer, 21 millones podrían ser hospitalizadas y hasta 210 millones serían contagiadas.

Las cifras de letalidad del coronavirus son ciertamente bajas, pero la preocupación se incrementa cuando se conoce el enorme margen de contagio que tiene la enfermedad. Un reconocido académico salvadoreño lo ponía así: en un escenario posible, el área metropolitana de San Salvador podría tener un 25 % de sus 1.5 millones de habitantes contagiados y con tan solo 1 % de letalidad de casos, la cifra de muertos podría rondar los 3,750, una cifra estremecedora. El académico lo escribía para ilustrar la gravedad del asunto y concientizar sobre la necesidad de la cuarentena.

Los casos de China e Italia nos han demosstrado que el Covid-19 puede generar un pandemonio sanitario y seamos francos, nuestro sistema público y privado de salud es bastante precario en comparación a esas dos naciones, de manera que solo quedan medidas preventivas que puedan contener la transmisión, aún a costa de nuestra economía y de todas las molestias que puede causar la reclusión o el confinamiento. Esta pandemia es seria y no se puede pensar con mezquindad política ante una realidad tan cruel.