María Simona Gómez, productora de Ca­caopera, en Morazán, se cuestiona qué tan malas son las personas para que en verano se sufra el extremo de la sequía y en invierno de huracanes. Luego reflexiona y lamenta “que así sea la naturaleza”, impredecible y con mayor impacto en las mujeres salvadoreñas, según reveló un diagnóstico publicado ayer.

El estudio lo realizó Catholic Relief Services (CRS) y Cáritas El Salvador, enfocado en municipios afectados por la sequía severa de 2018 en San Miguel, Morazán, La Unión, Usulután y San Vicente.

Este diagnóstico consideró a 4,111 personas y se “reporta que la mayor afectación es a mujeres”, detalló Antonio Baños, director de Cáritas El Salvador, para quien hay que cambiar la óptica de medir los efectos de la sequía solo desde el impacto económico porque “hasta en esto son víctimas”, por ser las principales afectadas ante la reducción de agua, escasez de alimentos o pérdidas de cultivos.

Del universo considerado, agregó, el 52 % de los afectados corresponde a mujeres, al menos 2,138, y el 48 % representa a 1,973 hombres. “Hablamos de sequía como afectación a la producción, pero no vemos la sequía en todas las actividades domésticas y entonces es la mujer la más afectada”, comentó el ejecutivo.

El año pasado se caracterizó por enfrentarse a los dos extremos del cambio climático. Del 22 de junio al 1 de agosto de 2018 se desarrolló una sequía extrema que se prolongó 40 días consecutivos, la más larga que ha registrado el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) de los últimos 48 años.

Luego, en octubre, se registraron fuertes precipitaciones por la influencia del huracán Michael sobre el territorio salvadoreño. Ambos fenómenos ocasionaron al sector agropecuario una pérdida de $59.2 millones, según estimaciones del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).

“Es preocupante porque vivimos de la agricultura. No hacemos la gran mayoría de cultivos, pero es donde nosotros obtenemos para la comida”, comentó Gómez. “Nos hemos quedado sin los frijoles y maíz (…) Uno de grande puede aguantar el hambre, pero con los niños es complicado”, agregó.

 

Impacto

El diagnóstico remarcó que la principal fuente de ingresos de las familias en el corredor seco es la producción agrícola, pues el 96 % de los residentes de la zona de estudio se dedica al cultivo de granos básicos y un 74 % a la ganadería.

“No hay una fuente de trabajo como para decir yo tengo dinero para comprar”, enfatizó Gómez luego de escuchar los resultados de la investigación, que también encontró que el 100 % de los encuestados perdió la producción de granos básicos por la sequía y el 91 % tuvo impactos en ganadería.

El director de Cáritas enfatizó que “hay que prepararnos porque no se anuncia nada bueno” para este 2019, refiriéndose a la perspectiva del MARN sobre la presencia del fenómeno El Niño para el primer semestre de este año y con probabilidad de generar sequía a inicios del período lluvioso.

La perspectiva no es positiva “quizá ni para los años que vengan, porque estamos ante eventos muy recurrentes”, ya que hace “años las sequías eran con espacios bastante prolongados”, añadió.