Una sociedad convulsionada por diferencias políticas e ideológicas, con declaraciones bochornosas que tienen como finalidad quitar méritos o confiabilidad a los opositores, sin ningún esfuerzo por limar asperezas pasadas y empezar con la creación de un clima que propicie un diálogo armonioso entre tirios y troyanos, comienza a preocupar a la ciudadanía en general, que en las últimas semanas ha visto recrudecer, casi a diario, acusaciones de uno y otro sector político que, de continuar, solo puede incrementar un ambiente de intranquilidad que no favorecerá a nadie. Lo peor de esta confrontación cotidiana, es que aun dentro de los mismos institutos partidarios se escuchan acusaciones y recriminaciones recíprocas entre sus mismos integrantes, lo cual acaba de formar mayor incertidumbre entre la sociedad, de que las cosas en el país van por senderos que, a nuestro juicio, es preciso atajar, antes de vernos envueltos en conflictos más serios y peligrosos.

Aquel soñado pacto de nación del que tanto se habló en los días nebulosos de la guerra fratricida, sería oportuno revivirlo en este tiempo, para acercar posturas en apariencia disímiles e irreconciliables, pero que podrían aclararse con una dosis de buena voluntad y patriotismo, pues según nuestra óptica, esos ataques furibundos a veces, tiene a la base los resultados electorales que a muchos no les satisfizo ni los digieren todavía, y, por el otro lado, vemos muchos aires de triunfalismo exagerado que, a la postre, de continuarse mostrando, podrían dividir la sociedad que anhela encontrar el sendero de la tranquilidad nacional, tan básica y necesaria para mejorar la economía, crear fuentes de trabajo, legislar en favor de las mayorías, recuperar el tiempo perdido, ocultar la demagogia en las sombras de la historia y caminar juntos al progreso sostenible del país entero, donde todos quepamos en el vaso de la fraternidad y el progreso.

Por ese panorama deplorable que advertimos desde hace varios meses a la fecha, es que hacemos un llamado a la cordura, en primer lugar, a los tres órganos del gobierno estatal, de donde emanan por distintos medios, mensajes confrontativos, de señalamientos continuos por errores pasados, como si mencionarlos ahora, traerá beneficios para nuestro pueblo. Dejemos que la historia se encargue, a su debido tiempo, de juzgar la actuación de cada gobierno habido en el país, y enfocar nuestros esfuerzos actuales a la consecución de proyectos benéficos, de alcances mayoritarios. Sinceramente, tuvimos una década reciente de muchos desaciertos y anomalías enfocadas en la corruptela de varios de sus más prominentes miembros, algunos de los cuales ya fueron judicializados y otros están a la espera de que la Sección de Probidad, de la Corte Suprema de Justicia, determine si pasan a conocimiento de los tribunales, o son archivados. Son casos vergonzosos que deben ser depurados con rapidez, antes que les llegue el tiempo de ser declarados prescritos. Pero eso es parte del trabajo institucional, dejemos que siga esa funcionalidad, dejando de atacar a cada momento los actos pasados, que solo fomentan contraataques y originan nuevas acusaciones, hasta llegar al descrédito, la ofensa o la desunión social. Éste es el problema que deseamos evitar a toda costa.

A estas alturas del siglo XXI, la mentalidad política salvadoreña debe ser la primera en manifestar madurez y cordura. Como lo hacen los políticos de naciones con acendrada y rancia democracia, que fuera acrisolada, muchas veces, bajo la filosa punta de las bayonetas o el estallido de los cañones. En esas naciones hay polémicas acres, pero no insultos; surgen discusiones, pero sin separatismos insuperables; y cuando los razonamientos políticos fracasan, se acude a los tribunales respectivos, al imperio de la Constitución y el sistema jurídico, para que sean los jueces y magistrados que, con la jurisprudencia en sus mentes analíticas, dictaminan quién tiene la razón de su cuestionamiento y ordenan lo legalmente justo y conveniente. ¿Y qué hacen los gobernantes o gobernados a quienes afecta el fallo jurídico? Simplemente lo acatan, sin reticencias ni formular nuevas polémicas que reaviven el fuego de la desunión. ¿Es que los políticos salvadoreños no pueden efectuar ese buen manejo de sus controversias sin ataques ciegos, llenos de furia o de sátira burlesca? Inténtenlo, por el bienestar patrio.