El hecho de que, hasta el momento, el nuevo gobierno ha mantenido silencio acerca de cuál va a ser la configuración de su gabinete da la medida de cuán difícil y conflictivo puede ser el nombramiento de las figuras idóneas para el desempeño de los cargos. Éstos serán, en definitiva, los que darán cuerpo a la estructura de poder del Estado. Es una encrucijada en tanto que plantea una situación difícil en la que se debe seguir una conducta ecuánime y además aceptada por la mayoría de quienes resultarán afectados por la gestión específica de cada cartera.

Lo difícil de las decisiones que se tomen en este sentido es que el gobernante debe enfrentarse a diversos intereses, tendencias, ideologías, creencias y otras actitudes de los integrantes de la sociedad si quiere garantizar la gobernabilidad dentro de su período de gestión administrativa.

Si bien todas las carteras ministeriales son importantes, hay unas que se presentan como más influyentes que otras en el nuevo orden político, basado en una democracia razonable.

Entre los que se perfilan como sumamente sensitivos, están los ministerios de la Defensa Nacional, Hacienda, Salud y Seguridad, el resto puede ser considerado de una naturaleza distinta, aunque no menos influyente.

En el ejercicio del poder, los procesos no son lineales, sino que se mueven en forma circular, no vertical.

El poder es, también, integrador y debe saber conciliar las exigencias sociales que se mueven de acuerdo con las circunstancias y coyunturas, económicas, sociales y políticas, entre otras, con el fin de coordinar lo legal con lo político.

Para el caso del Ministerio de la Defensa, se deberá respetar el principio constitucional de la subordinación castrense al poder civil.

Además, es un paso eminentemente democrático en el nombramiento del ministro de la Defensa, será ajustar su selección a la institucionalidad, es decir, apegado a la legislación y no sujeto a la voluntad colegiada o de asambleas militares, como se ha visto tradicionalmente en esos nombramientos aquí y en varios países de América Latina.

La responsabilidad de la cartera de Hacienda, por otra parte, será de la persona al cargo que debe velar por el honesto y prudente manejo de los recursos públicos, así como mejorar la recaudación tributaria y disminuir el gasto público y mantener la vigilancia permanente de la deuda pública.

En el ramo de Salud habrá que reflexionar sobre la conveniencia de asignar la cartera a un médico, sólo por su condición de médico. Es preciso señalar que un ministro de Salud, no está para dar consultas profesionales, sino que debe ser, ante todo, un buen administrador ya que su función es la de dotar con los mejores recursos humanos y materiales a los centros de salud pública. Los directores de hospitales, también deberán tener la misma capacidad administrativa.

Para la cartera de Seguridad es preciso instalar en el cargo a una persona experta en leyes de seguridad, con una visión orientada a los contingentes policiales encargados del orden público y con capacidad para relacionarse con sus homólogos a nivel internacional.

La encrucijada se resuelve con la distribución sensata del poder que garantice la gobernabilidad; para ello habrá que salir de los cómodos salones de palacio, donde prevalece el criterio de unos pocos, y prestar oídos a las voces de ciudadanos con experiencia, capaces de analizar la configuración del gabinete del gobierno entrante.