Nuestra vulnerabilidad de país ha quedado evidenciando como nunca, son palabras textuales dichas por el experto en sostenibilidad, Lic. Juan Marco Álvarez Gallardo, presidente de Iniciativa para la Acción Climática (IAC) y un reconocido experto en sostenibilidad, al referirse en este medio a los efectos dañinos que dejó a su paso el huracán “Julia” y que ocasionara cuantiosos daños en el agro nacional, con miles de manzanas sembradas de maíz y cuyas pérdidas podrían ascender a millones de dólares, aparte del peligro alimentario de gran porcentaje de nuestra población que puede verse afectada al faltar el maíz en sus hogares para su propio sustento diario. Dicho lo anterior, sin considerar los usos industriales que la harina de maíz tiene en otros rubros como la panadería y los compuestos para el ganado, entre varios.

Profunda tristeza causa ver las fotografías y spots televisivos, donde apreciamos la magnitud de la tragedia que abatió el agro cuscatleco, observando conmovido la marchitez e infecciones de hongos que afectaron decenas de miles de plantas ya en plena etapa de dar sus cosechas a los agricultores nacionales. A ello sumemos los gastos de la siembra, la etapa de abono oportuno y otras actividades colaterales que significan erogaciones económicas muy importantes y para las cuales, como sabemos, representa la concesión de créditos financieros con sus respectivos intereses. Y a todo eso, pensemos, siquiera por un instante, que año tras año, durante la etapa de lluvias, el país observa asombrado e impotente, como centenares de toneladas de tierra fértil se pierden en las correntadas con dirección al mar. Todo eso, dicen expertos, va creando un ambiente de desertificación a medida transcurre el tiempo.
Al respecto, recuerdo que siendo un adolescente, en el agro del país funcionaban los Grupos 4-C, que fueron impulsados por el técnico mexicano, don Nazario C. de Baca, cuya actividad era precisamente evitar la deforestación y sembrar milpas y frijolares en círculos apropiados, para detener las correntías del agua llovida que pudieran arrastrar la tierra fértil de los suelos del agro. Una medida que sugiero revivir y en eso considero que el Lic. Álvarez Gallardo pudiera dar también sus valiosos aportes.

Pero si lo del agro no fuera suficiente, ahora sumemos la preocupación de la caficultura nacional, que notificó la semana anterior, que el café nuestro cayó al nivel más bajo en el año que ya finaliza, al perder nada menos que treinta dólares por quintal que, multiplicado por miles de quintales puestos en los mercados internacionales, nos da un resultado millonario en pérdidas. Por supuesto, el factor que ocasiona esa rebaja dañina a nuestros intereses nacionales, no se debe a condiciones climáticas, sino al volumen de inventarios en Estados Unidos y la depreciación monetaria en los países productores como el nuestro. Esta difícil situación, merecedora prioritaria del interés gubernamental, lo resume el Consejo Salvadoreño del Café al explicar que el mercado del café “sucumbe ante el fortalecimiento del dólar y el aumento en los inventarios de EE.UU.” y este aumento de inventarios, incide de tal manera que el aromático para ser entregado en diciembre próximo, cerró la semana pasada a un precio de $190.15, cuando estuvo en la cima de los $200.

En suma, las pérdidas ya rondan, como decimos antes, los treinta dólares y centavos por quintal. Confiamos se adopten las medidas oportunas y técnicas más convenientes al país.