Nuestro amado y sufrido país registrará, para el próximo año 2023, el más bajo crecimiento económico de la región centroamericana que, de acuerdo a reciente informe de la CEPAL (Comisión Económica para la América Latina), alcanzará apenas una tasa del 2.6% que, invariablemente, redundará en otros rubros vitales para la población entera, abarcando incluso tanto la capacidad productiva de bienes y servicios, así como la capacidad adquisitiva para ser obtenidos por la mayoría de nuestra población. De hecho, esperábamos una pronta reacción gubernamental al respecto, principalmente del llamado “gabinete económico” que, hasta el momento de redactar esta preocupante columna, mantiene un completo hermetismo ante ese informe, dado nada menos por una de las cinco comisiones de las Naciones Unidas y, por ende, digna de respeto y análisis cuidadoso.

Según indica el informe, un crecimiento económico positivo, o sea mayor al que tendremos, es la evolución favorable de los estándares de vida de un país, medidos en términos de la capacidad productiva y de su renta, dentro de un período de tiempo determinado, el que deviene en ser también un fenómeno continuo que se mantiene en el tiempo, reflejándose en altos ingresos para la mayor parte de sus habitantes, una aceptable seguridad alimentaria, mejores condiciones de vivienda, muy buena atención de salud y servicio de agua potable, correcta seguridad ciudadana y mayor asistencia educativa en todos los niveles de enseñanza. Incluso, podría añadir que un crecimiento económico favorable, incidiría notablemente en la reducción de la pobreza y el desempleo que, a su vez, de ser resueltos económicamente de modo favorable, también serían factores positivos para reducir la marginalidad social y la delincuencia. Mientras no mejoremos económicamente como país, será muy difícil, para cualquier administración gubernamental, lograr una sustancial mejora en alcanzar la reducción de aquellos rubros que conforman la patología social de la nación, aunque incrementen las fuerzas de seguridad, efectúen mil extracciones citadinas de los delincuentes y otras actividades similares o peores.

De mejorar el crecimiento económico nacional, además de empleos bien remunerados, alta productividad de bienes y servicios, también deviene en un ambiente favorable para las inversiones locales y foráneas, mayor movilidad mercantil, capacidad de ahorro y un mayor consumo de los servicios básicos, sin olvidar, por supuesto, que a mayores y mejores salarios, con mejor y superior demanda de puestos laborales de toda clase, al final, quien también resulta muy favorecido, es el aspecto tributario estatal. Este es, y debe ser, un gran motivo para que el gobierno vea con detenimiento e interés, ese deprimente pero confiable informe de CEPAL, recientemente dado a publicidad.

Es oportuno aclarar que la CEPAL publica periódicamente sus estudios económicos para toda Latinoamérica, sin excepción alguna. Es una comisión respetable y confiable, ajena a toda influencia política o gubernamental de algún Estado o nación de nuestro Continente, y hoy, ya pasadas la euforia y la emoción de los eventos futbolísticos promovidos a nivel mundial por la FIFA , cuya Copa fue ganada, en excelente lid, por la selección de la hermana República Argentina, ahora es tiempo oportuno de poner de nuevo los pies en la tierra y analizar, sin pasiones advenedizas, la dura realidad que nos espera a los salvadoreños dentro de pocas semanas.

Ese bajo crecimiento económico del país, debe unirnos como un solo pueblo. No se trata de culpar o achacárselo a nadie, sino aunar esfuerzos con buena voluntad y sin recelos, para encontrar medios positivos y medidas paliativas, alejados de las ideas perversas de endeudar más y más el futuro nacional, ya que ese bajo crecimiento anunciado, inevitablemente redundará en poca capacidad de recaudación impositiva del Estado y de los Municipios, pues ese indeseable factor no permitirá, en primer lugar, un intercambio favorable de bienes y servicios con otros países; afectará la capacidad de lograr préstamos a nivel propio e internacional; podría crecer el índice de pobreza general al reducir el PIB y, lo más grave, se reducirá, de manera negativa, el poder adquisitivo de la mayor parte de la población y no continuamos, porque podríamos parecer como un Nostradamus fatídico. Sin embargo, no es nada recomendable que el gobierno actual, así como la empresa privada y el sector financiero, de manera especial, no echen al cesto esas perspectivas del bajo crecimiento económico, señalado por la CEPAL en su último y reciente informe.