Los científicos de todo el mundo se han referido, en términos preocupantes y aflictivos, sobre el llamado “calentamiento global”, que parece estar mucho más cercano, que lo previsto hace algunos pocos años. Se trata, a juzgar ´por lo escrito, de una grave condición de profundos cambios climáticos, que lenta pero inexorablemente, se cierne sobre nuestro planeta entero, que hasta reconocidos hombres de ciencia, han hecho sus respectivos mensajes a pueblos y gobiernos del mundo actual, alertándolos a tomar medidas previsoras que, si bien no van a detener el cambio climático, podrían disminuir sus efectos desastrosos en la vida terrestre, del cual nadie, ni animales, ni vegetaciones, menos los seres humanos, tendrían una vía de escape o salvación a menos que, siendo previsores, comencemos desde ahora a poner en práctica, medidas para disminuir el fatal impacto de este grave problema.

Siendo abogados y no biólogos, menos entendidos en materia climática, basamos esta columna en lo que hemos logrado saber a través de noticias, columnas o escritos que, afortunadamente, versan sobre esta amenaza que, al parecer, ya comenzó a manifestarse en saltos bruscos de un clima agradable, a un ambiente de huracanes y épocas invernales demasiado copiosas o, al reverso, de largas temporadas de sequías inclementes. Incluso, hemos leído, que inmensos bosques, verdes praderas y grandes ríos, otrora navegables, han experimentado merma en árboles, sembradíos y los últimos en su caudal de agua, sin dejar de mencionar el incremento de altas e inesperadas temperaturas, o de mortales fríos congelamientos, a lo largo y ancho de nuestro amado planeta Tierra.

Las causas de este desorden climáticos son diversas, aunque sobresalen las decisiones inhumanas de talar grandes extensiones de bosques, para destinar los espacios la construcción de fábricas, edificios o complejos habitacionales, sin siquiera dejar espacios arbolados o para que los habitantes puedan tener sus zonas verdes donde residen. Cualquier porción libre de un terreno, en lugar de sembrarlo con árboles frutales, o de sombra, se destina de inmediato a construir una bodega, o una pequeña casa, sin ninguna ventilación natural. El problema se incrementó con el uso y abuso de gases contaminantes, que además de ser dañinos a la salud, han incidido en disminuir el aire natural y sus respectivas oxigenaciones de todo ser vivo, no sólo en la faz de la tierra, sino en ríos, lagos y extensas zonas costeras. Muchas especies vegetales y animales hoy yacen en el álbum de los recuerdos, para consuelo irremediable de las futuras generaciones.

El mayor depredador de la naturaleza es el hombre mismo. A eso, sumemos sus muchísimos inventos dañinos a la naturaleza ambiental, así como el fenómeno del aumento poblacional. Cuando estudiaba tercer grado de Primaria (hoy Educación Básica), los profesores nos enseñaban que El Salvador tenía 34 mil kilómetros cuadrados (sic), con población de un millón de habitantes distribuidos en sus pueblos y ciudades, tanto en las zonas urbanas, como rurales. Andando el tiempo, un censo ordenado por la administración del coronel Oscar Osorio (1950-1956), resultó en que esos datos mencionados no eran ciertos, en cuanto la superficie de nuestra pequeña república y que el número de habitantes era mucho mayor y ha seguido incrementándose... hasta el presente, sin que el área territorial aumente siquiera una pulgada cuadrada. En mi niñez, visitaba con mis padres a dueños de grandes haciendas, tanto en el departamento de San Miguel, como de Usulután y que hoy, al llegar a esos sitios, ya dejaron de serlo para dar paso a extensas y súper pobladas colonias. La contaminación ambiental es inmensa en la actualidad y las voces de alerta se han incrementado, sólo para caer en oídos sordos, pues a nadie parece interesarle el tema que dejamos planteado en esta columna periodística.