Mi primer trabajo oficial fue como profesor en una escuelita rural. Recorrer cuatro o cinco kilómetros diarios para darle clases a los cipotes del cantón, era mi mayor felicidad, pues además de ejercitar mis músculos juveniles, el trinar matinal de las aves y aspirar la brisa fresca, me daban más fuerzas para mis labores educativas. La enseñanza debía ser integral, pues aparte de las cuatro materias de rigor, por las tardes jugábamos algún deporte, o les daba clases de escritura o de dibujo, sin faltar por supuesto, enseñarles algunas canciones infantiles y nuestro Himno Nacional.

Ya desde esa lejana época, los colegas mayores me hablaron que si llegaba a sus edades avanzadas, tendría la oportunidad de gozar de una buena pensión por los años laborados. Era el tiempo que los profesores comenzábamos a trabajar en la llamada sexta categoría, con un salario de 210 colones al mes y después de cada cinco años, ascendíamos a la quinta categoría con un incremento de 25 colones, y así hasta llegar a la primera y última categoría. Esto, con los profesores normalistas, porque estaban los llamados maestros “empíricos”, quienes devengaban salarios menores. La finalidad de laborar desde joven residía, especialmente, porque al llegar a la madurez o la ancianidad, tendríamos la oportunidad de jubilarnos o pensionarnos, para tener una vida tranquila y sin sobresaltos económicos, al concluir nuestra capacidad laboral.

Sin embargo, inspirado por mis aptitudes y sin dejar el magisterio (incluyendo el universitario), laboré por muchos años en las redacciones de los principales medios informativos de mi país (incluyendo este respetable Diario EL MUNDO), lo mismo que estudiar y laborar como Psicólogo clínico y al pensionarme, me dediqué a la profesión de abogado y notario. Mi pensión magisterial la he recibido, infaltablemente, del Instituto Nacional de Pensiones de Empleados Públicos (INPEP), desde hace varios años, con escasos aumentos, pero percibida cumplidamente mes a mes. De igual forma, es justo mencionar la puntualidad con que el INPEP nos cancela los respectivos aguinaldos cada fin de año, además que, gracias a sus programas de antaño, recibí un préstamo oportuno con el cual compré una casa, misma en la que aún resido con mi familia, desde hace muchísimos años.

Pero una mañana de estas, que me levanté temprano, como de costumbre, a recoger mi ejemplar de EL MUNDO, lo primero que leí es que el bachiller, perdón, el presidente Nayib Bukele anunciaba una reforma previsional (que nadie conoce en detalle, por lo menos, hasta el momento de escribir esta columna) y que, por decreto de ley, hará desaparecer el INPEP que, supongo, lo reemplazará con otra entidad nueva, también desconocida por los pensionados. Esta modalidad o conducta de gobernar del señor Bukele realmente es preocupante para la sociedad salvadoreña. Esas noticias “imprevistas” o “sorpresivas”, sobre todo con temas de sumo interés nacional por su impacto social, como es el asunto clave de las pensiones, ya debían haber sido superadas y, además, escuchar y atender la opinión de entendidos en las materias por reformar o derogar, y no solamente hacerlos del conocimiento de sus allegados partidarios, o los consabidos “corifeos” que siempre suelen rodear a los mandatarios de turno, para deshacerse en elogios por tales invenciones. Por ser el presidente de la República, sus funciones incluyen la obligación constitucional de informar sobre dichas acciones a toda la sociedad salvadoreña, incluso, hacerlo mucho antes de tomar una decisión crucial, como la que comentamos en esta ocasión.

¿Quién administrará los fondos, en dinero y bienes, que dejará el INPEP? ¿A cuánto ascienden esos activos y pasivos del INPEP? ¿Quiénes dirigirán la nueva entidad previsional que sustituirá al INPEP? ¿Qué sucederá con el personal técnico y administrativo del INPEP, que acumuló gran experiencia? ¿Se mantendrán los actuales montos de pensiones, se incrementarán o disminuirán? En fin, hay muchas interrogantes que sería necesario redactar unas dos columnas más.

Y una petición al presidente Bukele: informe detallada y sinceramente al pueblo, cuando tenga completos los aspectos importantes de una reforma institucional, de suma importancia para la sociedad. Dentro de un sistema democrático, todos debemos tener conocimiento, amplio y preciso, de toda labor gubernamental, que incida en el normal desarrollo de la sociedad entera. Ya no es el tiempo de inquietarnos con anuncios sorpresivos e incompletos...¡Eso es falta de seriedad y ocasiona especulaciones innecesarias!