Las últimas ediciones de este apreciable e importante matutino, vienen alertando sobre la inminencia de una recesión económica mundial, misma que influirá, tarde o temprano, a El Salvador, con sus efectos y consecuencias graves para nuestra población en general, las que se irán haciendo palpables en este mismo año que comienza, sin que, hasta el momento de escribir estas líneas, hayamos siquiera escuchado o leído un mensaje oficial del presidente Bukele, o de su denominado “gabinete económico”. Si bien soy un profesional del Derecho, entre las asignaturas cursadas estuvieron la de Economía I y II, que nos fueron impartidas por un economista, de mucho prestigio y experiencia, aunado a ello, la experiencia que adquirí por algún tiempo, en el ramo de Hacienda, precisamente cuando se firmó el primer Tratado de Libre Comercio (TLC).

Las noticias sobre ese fenómeno desagradable nos llegan, principalmente, desde Estados Unidos y Europa, pero muchos compatriotas, deben preguntarse ¿qué es una recesión económica? En forma sencilla y sin alardes académicos, respondo escuetamente que es una de las fases del ciclo económico, en la que su principal característica es que la actividad económica de un país o una región, se reduce de tal manera que disminuye tanto el consumo de bienes, como la inversión de capitales, en consecuencia, disminuye la actividad mercantil, o sea, baja la producción de bienes y servicios, que acarrea como fatal consecuencia, un mayor desempleo y otras circunstancias que por ahora me guardo de redactar. En síntesis, la recesión económica en un país, se mide con el índice de crecimiento o reducción del Producto Interno Bruto (PIB), que incluye la actividad mercantil, niveles y sumatorias de empleos disponibles u ocupados, rango de productividad e índice de inversión propia y extranjera.

Como país, económicamente estamos muy ligados, o dependientes, de las inversiones estadounidenses, sean directas a una empresa privada, o por medio de empréstitos a la administración gubernamental o municipal. Si la recesión, que ya dio inicio en el país del Norte, no mejora nada en el primer semestre de 2023, ya podemos imaginarnos lo que no espera para el resto del año actual. Lo decimos, basados en el estudio de expertos económicos, de valía internacional, no en voces de partidos opositores al gobierno del señor Bukele. Tampoco es nuestro deseo “asustar con el petate del muerto”, pues mantenemos la confianza que esta indeseable fase económica habrá de concluir muy pronto en el mundo, con inteligencia, buena voluntad y decisiones patrióticas, a menos que se incremente el conflicto bélico ruso/ucraniano; se incrementen las migraciones, o padezcamos de un desastre natural muy devastador. Cabe advertir que respecto a la disminución del consumo de bienes, los economistas consultados, señalan que la reducción o baja del consumo, ataca principalmente a la compra de inmuebles y automóviles, así como las actividades financieras relacionadas, lógicamente, a los créditos hipotecarios. Vayan estas advertencias oportunas para las agencias o empresas encargadas de dichos negocios, así como para la clientela hipotética, como un consejo previsor y no como un mandato imperativo.

Claro, este fenómeno es ineludible y el mandatario, junto con todo su gabinete, no solamente el económico, debe tener y mantener las reuniones consultivas oportunas, no sólo entre los economistas gubernamentales, sino con las universidades, asociaciones empresariales y profesionales, sin ver colores partidarios, sino únicamente el bienestar nacional envuelto en una bandera única de dos franjas azules y una blanca. Cabe recordar que el señor Nayib Armando Bukele Ortez, no es el presidente del partido Nuevas Ideas, sino el Presidente de la República de El Salvador, y esta actividad también le está señalada en la Constitución vigente, que en su artículo 101 dice textualmente: ”Art. 101.-El orden económico debe responder esencialmente a principios de justicia social, que tiendan a asegurar a todos los habitantes del país una existencia digna del ser humano. El Estado promoverá el desarrollo económico y social mediante el incremento de la producción, la productividad y la racional utilización de los recursos. Con igual finalidad, fomentará los diversos sectores de la producción y defenderá el interés de los consumidores”. Queda escrito.