Recientemente dio inicio el presente año escolar en el país. Como era de esperarse, la matrícula de alumnos sigue creciendo constantemente, lo cual plantea retos educativos muy serios, pero también buenas perspectivas de avance cultural, que permitirá a nuestro país, mejor dicho, a las nuevas generaciones, la posibilidad de tecnificarse mucho más y contar con una mano de obra calificada, que incluso pueda obtener colocación laboral bien remunerada fuera de nuestras fronteras.

Eso también plantea la necesidad de construir edificios escolares, con mayor número de aulas amplias y bien ventiladas, así como contar con espacios para laboratorios, deportes y otros sitios educativos que los arquitectos pudieran sugerir al presentar sus proyectos al respecto. Sin embargo, también es preciso recordar que nuestro país está situado en una zona propensa a los sismos y a otros fenómenos naturales que, a lo largo del tiempo, han dejado saldos dolorosos en fallecidos y lesionados, así como destrucciones de edificios, viviendas, etc. Y en el caso específico de planteles educativos, no olvidamos que hace veintidós años, un 13 de febrero de 2001, los sismos que nos golpearon entonces, hizo que en ciertas escuelas se dieran ejemplares muestras de heroísmo y de amor magisterial, donde colegas maestros perecieron en aras de salvar primero a sus educandos.

En ese tiempo impartía clases en una reconocida universidad cuando la tierra entera comenzó a trepidar. Mis alumnos y yo salimos prontamente a un espacio libre de obstáculos, cuando me comenzaron a gritar que aún quedaba adentro del aula una alumna (cuyo nombre omito), inmovilizada por el terror en su pupitre. Sin pensarlos dos veces, impulsado por una fuerza inexplicable hasta el día de hoy, volví a entrar en medio del temblor y sacar a la alumna semi paralizada y alentándola a voz en cuello que caminara hasta que logré ponerla salva y sana, mientras el resto de jóvenes me aplaudía, las lágrimas brotaron agradeciéndole a Dios haberme dado el suficiente espíritu de coraje para realizar aquel rescate en un momento de gran peligro, pues comenzaban a caer algunas láminas del techo y se producían cortocircuitos en las conexiones eléctricas.

Ahora los ojos del mundo están puestos en la terrífica tragedia sísmica que asolara extensas regiones de Turquía y Siria, cuya intensidad ha producido miles de víctimas humanas de toda condición y edad, así como el derrumbamiento y hundimiento masivo de edificios y residencias, donde grupos de rescate luchan intensamente en su afán heroico y tenaz por encontrar sobrevivientes en medio de la ruina. Nuestro país, a iniciativa del presidente Bukele, envió un grupo experimentado en esta clase de labores humanitarias, teniendo ya en su haber el rescatar con vida a una señora y un niño de pocos años de edad, que se ha convertido en un suceso casi milagroso, que prácticamente le ha dado vuelta al mundo por medio de los cables internacionales, por constituir una muestra positiva de que todo esfuerzo realizado en momentos tan apremiantes y desalentadores para muchas personas, pueden dar resultados que maravillan el espíritu humano y nos refuerza la fe en el esfuerzo de quienes creen en la vida, a pesar de las duras y adversas condiciones existentes.

Turquía es un república que cuenta con más de 814 mil kilómetros cuadrados, con una historia plena de sucesos que, incluso, han pasado al conocimiento humano, ya que se tiene la certeza que en una de sus regiones marítimas existía el Reino de Troya, narrada maravillosamente por el poeta griego Homero, en una de sus obras que ha llegado hasta nosotros a pesar de los siglos transcurridos y realizada con la maravilla moderna del cine. Asimismo, es creencia muy antigua, que en el Monte Ararat quedó varada el Arca de Noé, cuando descendieron las aguas caídas en el llamado “Diluvio Universal”, que registra la Biblia judía en su Antiguo Testamento.

El gesto humanitario salvadoreño realizado en la zona turca devastada no quedará olvidada. Hoy, respecto a nosotros, confiamos que nuestras autoridades educativas elaboren, con tiempo, un calendario permanente de realizar simulacros de evacuación en los centros escolares del país. Prevenir es mil veces preferible al querer actuar sin ton ni son ante un sismo, que siempre es una fatídica posibilidad en nuestro amado país.