Toda la odisea sufrida por la infección viral que me mantuvo en el filo de la espada mortal de alejarme definitivamente de este mundo, dio inicio un miércoles por la tarde que comenzó con un fuerte dolor en el pecho, secreción nasal abundante, tos seca frecuente y aumento de temperatura corporal; al principio creí que se trataba de una afección gripal y me dirigí a una tienda cercana a comprar un sobrecito de pastillas y en el corto trayecto comencé a notar que la respiración era más dificultosa y me obligaba a tomar ratitos de descanso y sin embargo, el calor corporal era el más desesperante y, cuando una de mis hijas me tomó la temperatura vio tres signos que nos pusieron alertas: aumento de temperatura, disminución en oxigenar los pulmones y aceleración del ritmo cardíaco. “Tenemos que llevarlo a la unidad de salud más cercana”, me dijo y, sin pensarlo mucho, llamaron un vehículo que me condujo a dicha unidad, la cual estaba repleta de pacientes, a pesar de lo cual fui atendido de emergencia y el diagnóstico fue para asustarme: tenía síntomas de neumonía más covid 19, por lo que debía ser ingresado en un hospital, donde poco después me condujeron ya en ambulancia.

Esta dura experiencia clínica fue en junio del año que concluye y, de hecho, pese a los esfuerzos del personal médico y equipo de enfermeras (entre el personal estuvo una sobrina con licenciatura en enfermería), hubo un momento que prácticamente caí en coma. Mentiría si digo que me daba cuenta de este grave estado, pues entré en inconsciencia y fue un lapso donde perdí todo contacto con la realidad que me circundaba. Lo que supe después, es que cierto médico se empeñaba en “entubarme”, mientras otro galeno se opuso alegando que yo era un paciente de mucha edad y hacer ese procedimiento significaría mayor riesgo para mi existencia. Mi esposa y una hija se opusieron entonces a ese “entubamiento” y finalmente salí victorioso del padecimiento.

La recuperación fue lenta, pero obedecer las indicaciones médicas es algo muy esencial para lograrla con éxito. Aunque el titular del Ramo de Salud ha indicado que ya es “opcional” utilizar la mascarilla, en mi familia no hemos dejado de usarla. De hecho, el peligro subsiste hasta la fecha y eso me ha motivado a escribir la presente columna, no con ánimos de contradecir a las autoridades sanitarias del país, pero basado en informes internacionales confiables, que monitorean aspectos pandémicos en el mundo entero, incluso a nuestro país, donde tristemente pareciera que nos enfrentamos actualmente a una sexta ola epidemiológica de enfermedades respiratorias, aunque el Ministerio respectivo se empeñe en negarlo, las mismas informaciones periodísticas son contundentes al respecto, así como las opiniones de especialistas privados que recalcan el peligro de mayor contagio y mortalidad en la población infantil de nuestro país, de manera especial, en esta época navideña donde las aglomeraciones y acercamientos en familia y sitios de diversión son una cosa frecuente y con eso que muchas gentes ya se olvidaron de usar las mascarillas, el peligro o riesgo ha aumentado notoriamente.

El más leve síntoma de problema respiratorio y, que además se acompañe de alta temperatura, sobre todo en los pequeños de la casa, no debemos dejarlo sin cuidado alguno. Si bien soy una persona mayor, agradezco el interés de mi familia para conducirme de emergencia. Pues mucho más nos agradecerán nuestros niñitos si acudimos con ellos a un centro de salud capacitado en caso de un problema respiratorio...¡y cuidémoslos mucho en estas navidades!