Leí recientemente un artículo de la periodista y politóloga argentina Maria Zaldivar titulado “La tibieza de la Derecha”, en el cual su autora expone que ese comportamiento similar a la flojera y a la falta de carácter en el ejercicio del Poder, es un común denominador de ella, sobre todo para enfrentar la invasiva agenda comunista, desde cualquiera de sus edulcorados disfraces de izquierdas, centrismos neutrales, socialistas o centro izquierdas, acertada su valoración en el contexto actual latinoamericano.

Claro, ella también, la derecha, ha sido víctima del bien esbozado trabajo de propaganda y contrapropaganda fascista comunista (“lavado de coco”) desde los tiempos de Lenin, Stalin, Mussolini, Goebbels, el Che Guevara, Fidel Castro y otros rumiantes energumenos de rasante vuelo y teoría.

Todos ellos desde los implantes de sus diversas estrategias ideológicas marxistas y fascistoides, descalificadoras de la libertad individual, religiosa, del capitalismo, la democracia y desde la filtración masiva a través de las artes, el espectáculo y las modas -léase la imagen del Che Guevara y su boina estrellada y catastrófica- han penetrado y lo siguen haciendo en todos los estamentos sociales y continentales, a los cuales por supuesto la derecha no se escapa. Y hasta se vuelve concesionaria en ocasiones.

Cómplice frugal. Lo que la ha arrastrado hacia un lacrimógeno abismo de retóricas y lamentos sobre la montaña de fracasos y desaciertos en los que ha caído, por lo general culpandose entre sí. Su más enjundioso y electrizante caso es Colombia, con su nuevo Presidente Gustavo Petro quien ya invitó a la toma de su posesión presidencial este próximo 7 de agosto, en el centro de Bogotá, a deambular por todas las calles, plazas del centro “al propietario del Estado: el Pueblo...”. Invitación que se remonta a otra esotérica y fantástica intertextualidad gubernamental. A la de Daniel Ortega al asumir por segunda vez la banda presidencial en 2007 a ser todos parte del “Pueblo Presidente’’. !Que curioso. ¿O no?

Pero la derecha tibia más una inmensa ciudadanía frenéticamente piadosa y bien intencionada, acompañada de un buen sector empresarial y demás compinches y cómplices, cree que Petro será bueno, sin pezuñas en sus garras presidencialistas a quien hay que darte una oportunidad y que con la misma, pues el tipo ha cambiado, estemos seguros de que no hundirá a Colombia en el despeñadero que ya hundieron a Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, más el efecto dominó de Chile, Perú, México, Honduras y Brasil en línea de espera, sus camaradas.

Mauricio Macri, Sebastian Piñera, Jeanine Añez, Ivan Duque y en el que sin ninguna duda alguna se adelanta a afirmar la referida politóloga, algo semejante con Luis Lacalle Pou, respecto a la ferocidad de las fuerzas ideológicas que el mundo enfrenta, no los libra a ellos de todo mal. A fin de cuentas recibieron un voto de confianza de sus electores y a estos ellos les fallaron.

Fallaron porque debieron saber que por encima del reclamo social histórico ciudadano, y de las constantes debilidades institucionales, siempre desde finales del siglo XX y en lo que va del XXI existió la mordaza comunista con los viejos reflectores de sus desempolvadas guerrillas, sus interferencias ruso chinas, sus artefactos incitadores a la violencia, al narcoestado y al aprovechamiento en nombre de la tolerancia para abusar de ella, estaría ahí presente en la agenda comunista. A la espera de la caza. Es hora de redefinir el rumbo. No existe diálogo con quienes profesan el autoritarismo, la sordidez funcional, al margen de que en la agenda común existan coincidencias en los argumentos.

El problema está en que al momento de buscar sinergias aquellos se quedan siempre con todo sin demostrar ser capaces de mejorar las cosas. Ocurre lo mismo con lo abuelos de la tribu tibia, quienes a pesar de haber sido mano dura contra las avanzadas comunistas y de propiciar gloriosas economías, como Pinochet, Somoza o el mismo Uribe, no supieron heredar el sustrato de la democracia, la supervivencia del respeto a la institucionalidad y a la libertad con mayor énfasis. ¡A la carga Maria Zaldivar!