A los pacientes lectores de esta sección editorial les pido me permitan copiar textualmente dos párrafos de un artículo que fue publicado aquí, bajo el título “Pequeña tropa de sumisos”, justo una semana antes de las elecciones del 28F:

“(…) habría que preguntarse si el surrealismo político ha llegado para quedarse o si regresarán aquellos niveles de mínima sensatez que alguna vez hicieron de la política un canal atractivo para servir al país. Mientras tanto, a nuestro pesar, esto es lo que hay: la más mediocre generación opositora, enfrentada a la peor generación de líderes emergentes, durante la más compleja crisis sanitaria y económica que El Salvador ha sufrido en décadas. Combinación de factores que el domingo 28 de febrero podría resultar fatal y desoladora…”.

Transcribo, casi completo, el párrafo final de aquel texto:

“(…) Ninguna tiranía se edifica en solitario, por lo que un pequeño ejército de cómplices se vuelve indispensable. Y parece que de esa extrema docilidad están hechos, precisamente, los candidatos de Nuevas Ideas: mucha inmadurez, escaso carácter, notable incapacidad para articular ideas y hasta un pequeño ego hinchado que siente que vuela tras 15 minutos en televisión. Que con esta gente vaya a conformarse la fracción mayoritaria en la próxima Asamblea es un signo de los oscuros tiempos que corren”.

Solo hay algo peor que equivocarse, y es tener razón donde uno más quisiera estar equivocado. Esto último me ha venido pasando, como columnista, a lo largo de varias décadas, con la consecuente sensación de frustración que ello conlleva pero también con dosis crecientes de serenidad y sentido de realismo. Los que estudiamos ciencia política para auscultar los hechos sabemos que éstos no responderán a idealismos o buenos deseos. “You’re taking a lot of things for granted” (“Usted está tomando demasiadas cosas por supuestas”), era una frase muy frecuente en los labios del economista Milton Friedman, sobre todo cuando sus interlocutores trataban de pintarle escenarios maravillosos o terroríficos para, según ellos, apuntalar mejor los argumentos con que pretendían refutarle.

La política se abre paso por caminos relacionados directamente con la humana miseria. El poder y su ejercicio sacan lo mejor y lo peor de las personas, incluso a veces por encima de sus propias capacidades de resistencia. Cuando hace varios años algunos advertimos que la acumulación de facultades gubernativas en Tony Saca (a la sazón presidente de la República y de Arena ¡al mismo tiempo!) iba a convertirse en un lastre para el partido y en una fuente de tentaciones para el propio mandatario, nuestra opinión no estaba respaldada por los reflejos de ninguna bola de cristal, sino porque la historia de la civilización ha ofrecido estos lamentables resultados una y otra vez. Lo mismo cabe decir de nuestras prevenciones frente a la popularidad de Mauricio Funes, ante el anquilosamiento ideológico del FMLN, las pésimas campañas electorales de Rodrigo Ávila y Carlos Calleja, los signos autoritarios detrás del fenómeno Nayib Bukele o la combinación de variables que debía tenerse en cuenta a la hora de presagiar (o no) el desenlace de los más recientes comicios legislativos y municipales.

Y en efecto, el 28F nos ha venido a confirmar los oscuros tiempos que corren. El voto popular, de manera tan categórica como acrítica, le ha entregado al actual régimen un poder que nadie tuvo en nuestro país desde 1979. ¿Qué hacer ahora? Por parte de quienes tenemos el privilegio de escribir artículos, seguir analizando hechos y formulando ideas. Provocar. Debatir. Invitar a pensar. Si se nos cree o no —¡uf!— eso está fuera de nuestra jurisdicción.