El abultado incremento nacional de los contagios del Covid-19 durante las últimas semanas, descalifica la efectividad de las improvisadas acciones del gobierno para contener la pandemia; sobre todo, por el énfasis represivo y la descarada manipulación mediática para fomentar el miedo, dilapidándose millonarios recursos que bien utilizados hubieran permitido cumplir su responsabilidad institucional de educar, orientar y capacitar sobre los procedimientos más efectivos para la protección y desinfección personal, familiar y comunitaria; generando conciencia participación y movilización preventiva, bajo normas de distanciamiento social. Estos elementos han determinado el éxito en países como Costa Rica y Uruguay que van saliendo airosos de la crisis.

La proliferación de casos demuestra que no es la paralización del transporte público, ni el cierre de pequeños y medianos comercios y servicios, los responsables de la expansión del virus; si no la falta de material sanitario de calidad para la protección en manos de la población, con la debida orientación y control sobre el uso, así como el distanciamiento efectivo. Ha quedado en evidencia la irresponsabilidad gubernamental: por el manejo de sus “campos de concentración”, el desorden al distribuir los trescientos dólares, la forma de distribución de paquetes de alimentos y paquetes agrícola o la escasa protección de agentes de policías y soldados, condenándolos al contagio y amenaza de expandir el virus.

Es visible el problema estructural del gobierno por falta de una estrategia apropiada, ausencia de planes, carencia de coordinación y la falta del funcionamiento de instancias como las gobernaciones. Este vacío es muy grave en el momento que afrontamos tres frentes de batalla: la necesidad de controlar el agudo crecimiento de contagios; el hambre y desabastecimiento, producto de una prolongada cuarentena sin los ingresos necesarios para satisfacer las necesidades de las familias pobres; y, en tercer lugar, una profunda crisis económica y social que crece ante la incertidumbre por la falta de consenso sobre los planes de reactivación y reconstrucción económica, que deben estar principalmente orientados a generar empleos y producir alimentos.

Para colmo, vemos conferencias de prensa y cadenas nacionales donde el presidente aparece histérico, fuera de control, confrontado al resto de poderes del Estado; enfrascado en montar cortinas de humo y batallas intestinas con el chantaje de la amenaza de dejar sin presupuesto a otros Órganos para someterlos a sus designios. Vemos un presidente sin capacidad de liderazgo constructivo, de credibilidad para gestar unidad y consenso nacional, requeridos para enfrentar y superar esta crisis, empeñado en descalificar, maldecir y azuzar el odio de jaurías, sediento de campaña electoral para satisfacer su enfermiza adicción de acaparar y centralizar más poder.

Los males no llegan solos, mientras el presidente Bukele se diluye en las bajas pasiones de su estilo impositivo, se agudiza el grave problema del transporte terrestre en Centroamérica, afectando el flujo de exportaciones e importaciones principalmente de abastecimientos de primera necesidad. El motivo son las severas restricciones al tránsito de carga entre Panamá y Costa Rica, y de este último con Nicaragua, debido a la amenaza de contagios virales. Durante más de una semana han permanecido varados más de 1100 vehículos pesados, cubriendo decenas de kilómetros en los límites fronterizos, muchos con productos perecederos, y con el consiguiente riesgo de contagio para los conductores y el peligroso desabastecimiento de los mercados.

El Parlamento Centroamericano recomendó que en el marco de los tratados regionales se establezcan con urgencia lineamientos para un Protocolo de Bioseguridad que permita garantizar las operaciones de transporte de carga terrestre, requiriéndose acuerdo inmediato de los Consejos, tanto de los ministros de salud, economía, migración y aduanas de la región; tomando en cuenta: la opinión y experiencia de la representación de las federaciones regionales de transportistas y el “Plan de Contingencia Regional del SICA Frente al Coronavirus” aprobado el pasado 12 de marzo en la reunión virtual de Jefes de Estado y sus gabinetes, en el que lamentablemente no participó el presidente Bukele ni sus ministros, reiterando su conocida ausencia de todas las cumbres regionales y su estilo confrontativo para tensionar las relaciones políticas y diplomáticas en el área.

El Salvador tiene una alta dependencia de la importación de alimentos, por falta de soberanía alimentaria, razón suficiente para establecer una correcta política de buenos vecinos como aspecto de interés nacional, coherente con la tradición integracionista de nuestra historia. De esta crisis nadie se salva solo, hoy más que nunca es urgente agilizar los pasos y acuerdos que expresen voluntad por una mayor y genuina integración regional.