En El Salvador, hace poco más de un año se anunciaba con bombos y platillos que, por primera vez en la historia, habíamos logrado un gabinete paritario. En esa oportunidad, al respecto escribí la columna titulada “Gabinete paritario más allá de un número”. Hice la reflexión de que, en materia de democracia paritaria, no basta con lograr un 50/50, sino que también es importante garantizar la idoneidad de cada una de las partes, pues, al final de cuentas, más allá del hecho de ser mujeres u hombres, las personas también somos sujetos políticos y, en el caso del funcionariado público, muchas veces se responde a una agenda que no necesariamente contribuye al bienestar de las mayorías y menos a la instauración de una sociedad igualitaria.

Esto queda claramente demostrado con este gabinete considerado paritario, por aquello de la fórmula 50/50, pero que cuando se analizan las acciones de sus integrantes, en lo que va de su gestión, se observa que de paritario solo tiene el número, y que hasta eso ha quedado en desbalance luego de la destitución de la exministra de salud. Por el lado de los ministros se tiene que muchos de ellos han incurrido en actos de misoginia, atacando a quienes tienen una opinión contraria y crítica de sus actos. Por el lado de las ministras, de igual manera, algunas han solapado estas acciones, e incluso, han instrumentalizado y reducido el discurso feminista. Otras han sido invisibilizadas, al punto que pareciera que este gabinete se encuentra dominado únicamente por hombres.

Con semejante construcción política por parte de los integrantes del gabinete, cuando analizamos, ¿cómo se ha gestionado cada cartera a favor de una sociedad igualitaria? Tenemos más desatinos que aciertos, especialmente en lo referido al manejo de las finanzas públicas y lo que esto supone en términos de prioridades políticas y de políticas públicas para la garantía de derechos. Para muestra, en el primer año de gobierno del presidente Bukele se produjo una reducción de las asignaciones presupuestarias en los servicios de atención integral y especializados a mujeres que enfrentan violencia, a pesar de que somos catalogados como uno de los países más violentos contra las mujeres. También se produjo una reducción en las asignaciones para el mejoramiento de la capacidad del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU) y se eliminó la línea de trabajo de atención a víctimas y equidad de género de la unidad presupuestaria de justicia e iniciativas legislativas del ramo de Justicia y Seguridad Pública.

Cabe aclarar que, la igualdad no se reduce únicamente a acciones en favor de los derechos de las mujeres como los referidos, sino que abarca la garantía de los derechos de todas las personas a lo largo de su ciclo de vida, sin las exclusiones actuales, pues, al final de cuentas, lo contrario se traduce en desigualdades de género en la medida que son las mujeres, predominantemente, quienes asumen los costos de un Estado fallido en la provisión del bienestar. Sobre este aspecto, tampoco hemos visto acciones contundentes por parte del denominado gabinete paritario, al punto que su gestión poco o nada ha contribuido a romper con las desigualdades que predominan en los ámbitos de cada una de las carteras que gestionan las ministras y los ministros.

Traigo a colación esta reflexión sobre la paridad más allá de un número, por dos motivos. El primero porque nos encontramos próximos a elecciones de diputadas y diputados y en este sentido, resulta relevante que como ciudadanía no permitamos que ningún partido político instrumentalice el significado de la paridad. Pues, como ya vimos, esta no se limita a un número, ni al hecho de ser mujeres u hombres, sino que se debe traducir en un compromiso político y sobre todo en acciones consecuentes en favor de una sociedad igualitaria.

El segundo, porque nos encontramos en un momento de decisiones importantes para nuestro país, como lo es la definición del proyecto de presupuesto 2021. En este sentido, es nuestra oportunidad para hacer valer nuestras demandas en favor de una sociedad igualitaria. Por tanto, iniciemos proponiendo cambios en esta dirección en el actual proceso de discusión y potencial aprobación del Presupuesto, y, sobre el resultado que obtengamos, evaluemos seriamente nuestro voto en las próximas elecciones de diputadas y diputados. Exijamos que la paridad transcienda de un número y que se traduzca en un funcionariado ético y profesional que contribuya a dejar atrás el status quo, no que lo reproduzca como hasta ahora ha ocurrido.