Ser periodista es un privilegio que conlleva muchas responsabilidades y que requiere mucho profesionalismo. Ser profesional implica desempeñar la labor con ética y con la clara convicción de que en periodismo los detalles cuentan. El periodismo es un instrumento de poder, el cual debe ejercerse con la plena conciencia de que informar es servir con honestidad y siempre acercándose lo más posible a la objetividad, sabiendo de antemano que nada es objetivo cuando se da la intervención humana.

Los periodistas debemos saber que nuestra principal función es ser fiscalizadores del orden social en todo su espectro y por ende, servidores natos de las necesidades informativas de nuestros públicos. Como periodistas somos cultivadores de fuentes de información y buscadores de datos que sean de utilidad para el público.

Un periodista es un político pleno, porque el periodismo, al igual que el ser humano no se puede desligar de la política. Sin embargo, hay una inmensa diferencia entre ser un ente político por naturaleza y ser un ente político-partidario. Todo periodista tiene el derecho a tener su ideología (no puede existir sin ella), pero cuando esa ideología es afín a un partido político y ésta queda de manifiesto en el ejercicio periodístico, entonces puede llamarse activista político, pero nunca periodista. Los periodistas somos libres de simpatizar con una corriente política e ideológica, pero nunca tendremos el derecho ético y moral para expresarla libremente en nuestro ejercicio periodístico.

Si un periodista quiere practicar el juego político-partidario está en su derecho, pero por respeto al público, debe renunciar a llamarse periodista. En el país hay muchos colegas que se han lanzado como candidatos a concejales, alcaldes, diputados y hasta para presidente. Algunos han ganado y otros solo participaron en detrimento de su carrera, pues perdieron. Todos ellos han pasado de ser periodistas a experiodistas y aunque siguen ejerciendo han perdido lo más valioso de esta linda profesión: La credibilidad.

Un periodista sin credibilidad es cualquier cosa, menos periodista. A diferencia de cualquier otra profesión (excepto los militares, sacerdotes y periodistas) cualquiera puede manifestar públicamente su inclinación ideológica, política y partidaria. La podemos tener, claro, porque es nuestro derecho, pero nunca expresarla libremente, mucho menos evidenciarla en nuestro ejercicio profesional.

La credibilidad es sagrada. Se gana con profesionalismo, trayectoria, responsabilidad y ética. Como todos los seres humanos los periodistas nos podemos equivocar con mucha frecuencia, pero con la humildad necesaria reconocer nuestros errores y solventarlos cuanto antes. Nuestros públicos tan heterogéneos, anónimos y masivos, confían en nosotros y esa confianza se retribuye informando lo más cercano a la verdad.

Hacer periodismo es tener poder, porque trabajamos con la información y ésta es poder. Quien tiene información tiene el poder de decidir de la mejor forma. Si alguien está informado que una determinada carretera está bloqueada, tiene en sus manos decidir si cambia de recorrido o de tomar precauciones.

El poder puede utilizarse de manera positiva para informar adecuadamente, pero también de manera negativa cuando utilizamos nuestro ejercicio periodístico para manipular conciencias, para favorecer intereses particulares o cuando buscamos beneficiar a grupos de poder o determinadas ideologías. En ese sentido, el periodismo se convierte en un arma letal, para combatir la desinformación o para promover la desinformación.

Un periodista en ejercicio no tiene amigos, tiene fuentes. Un periodista trabaja para un medio, pero se debe a la población. Un periodista no recoge, valora, enjuicia y procesa información para él, lo hace para sus lectores, televidentes, radioescuchas y público web. Un buen periodista sabe que en política-partidaria no existe almuerzo gratis y que tampoco es enemigo de nadie porque cree en la sana convivencia social y es tolerable a las diversas formas de pensamiento y coexistencia. Un buen periodista se capacita permanentemente y es experto en el arte de dudar cuando ejerce y sabe de antemano que la posición de una fuente es solo su versión, aunque ésta parezca lo más creíble posible, pues siempre hay una versión diferente y hay que buscarla. Un buen periodista, ama el periodismo, respeta y trabaja por sus públicos y busca ser siempre ético y profesional.

En El Salvador cada 31 de julio se celebra el Día del Periodista Salvadoreño y ésta es una buena ocasión para felicitar a todos nuestros colegas que ejercen una profesión sacrificada, mal pagada e incomprendida, pero con todo eso fascinante y coinvertida en el oficio más lindo del mundo. ¡Felicidades periodistas!