Como la inmensa mayoría de personas, eso de meterse en política no es para mí. No me gusta, no me interesa y no me llama la atención. Ser político -en un país como el nuestro- no está bien visto y las redes sociales -los hilos que las manejan- se encargan de colaborar con esa mala fama que ya de por sí tienen.

Dicho eso, sonará a contradicción, me alegra cuando gente buena, correcta y de trayectoria limpia decide meterse en política aún sin tener necesidad alguna de buscarse esos líos. Entran en política por ideales, porque creen que pueden aportar con su trabajo a cambiar la realidad nacional, a mejorar el país, a luchar por nuestra gente.

Y aunque repito, no me interesa meterme en la política partidaria, veo con respeto y admiración a quienes deciden hacerlo. Solo con gente buena puede mejorar la política criolla y, por lo tanto, la realidad nacional.

Los jóvenes que les gusta tanto criticar en Tweeter y despotricar contra todo lo malo que acontece en el país, deberían dar un paso adelante e intentar hacerlo por sí mismos, sustituir a esos políticos que tanto critican y encontrar el camino para salir de la comodidad del teclado del smartphone, para aportar por un país mejor. ¿Se puede? Sí. Y seguramente hallarán mucha intriga, desilusión y rabia cuando ingresen a un partido político de esos donde abundan los dinosaurios -más de mentalidad que de edad- pero hay que hacer el esfuerzo.

“La democracia necesita de la virtud”, decía el papa Juan Pablo II pero si los virtuosos, los que les gusta la senda correcta no incursionan en política, entonces seguiremos condenados a lo que tenemos.

“La política es el uso del poder legítimo para la consecución del bien común de la sociedad”, decía Juan Pablo II. Solo la participación política de los que quieren el bien común puede hacernos mejorar en El Salvador.