La crisis generada por la pandemia no era previsible, ni siquiera imaginable. En muchos países del mundo, se debate entre la atención a la salud de la población y la reactivación de la economía. Pareciera que es una decisión entre escoger la vida, o propiciar mayores índices de morbilidad y mortalidad iniciando una apertura gradual de la economía. Es una disyuntiva difícil, pues según algunas opiniones, las consecuencias de no abrir la economía van generar un mayor número de muertes por la falta de empleos e ingresos. Se dice que la extensión de la cuarentena, va a ser una “medicina más cara que la enfermedad”. Es un dilema complejo, pero una explosión del contagio también puede justificar las medidas sanitarias que se han estado aplicando. La verdad es que nadie, ningún país, ningún gobierno, estuvo preparado para enfrentar la pandemia.

Las cifras que se tienen hasta la segunda quincena de mayo, hacen prever para nuestro país, un panorama muy difícil. Por ejemplo, en Estados Unidos se espera que la tasa de desempleo se quintuplique. Ello va a implicar un descenso en el flujo de remesas familiares, un posible cierre o disminución de la actividad productiva y de las exportaciones especialmente en los rubros de textiles, alimentos y bebidas; también se advierte una afectación en manufacturas diversas, muy fuerte en turismo y transporte y en general, comercio y servicios. La encuesta de la Cámara de Comercio de El Salvador ha expuesto la difícil situación que se está desarrollando y que, además, mientras la cuarentena siga por más tiempo, causará verdaderos estragos en la economía.

Es conveniente recordar que las microempresas, especialmente las de subsistencia, pueden reactivarse con la inyección de capital de trabajo para mantener volúmenes de venta para un promedio de 15 días, que puede también ser un poco menos, según la actividad. Las microempresas con hasta 10 empleados, podrían ser reactivadas con una inyección de liquidez, equivalente a tres meses de venta histórica, ello si no han perdido aún sus proveedores y su clientela, en cuyo caso la reactivación puede ser bastante más difícil. Con las pequeñas empresas, aquellas que tienen más de 10 pero menos de 50 empleados, tienen un punto en el cual la no actividad puede encontrarlas en un punto de no retorno, dado que podrían haber perdido su fuerza de trabajo, proveedores y lo más importante, su mercado. Estas empresas, según la actividad, podrían requerir de mayores niveles de liquidez en proporción a sus ventas que las empresas medianas, ello debido a sus mayores necesidades de gasto en un momento en que no han tenido ingresos por más de un mes. Una característica universal de las empresas micro y pequeñas es precisamente la falta de liquidez, la cual se ve agravada en situaciones como las que se viven en la actualidad.

Se vislumbra -como lo han dicho muchos especialistas – una situación de profunda crisis, empezando por una crisis fiscal. Obtener en los mercados de capitales cantidades como las aprobadas por la Asamblea Legislativa, $ 3 mil millones de dólares, no se puede ver sino con muy poco optimismo. Otro problema es, que, de conseguir esas sumas, la tasa de interés tendría que ser, según lo dijo el ministro de Hacienda, del rango del 15% anual, volviendo muy complicada la situación del fisco.

Un panorama con un escenario pesimista, nos puede presentar el retardo en la obtención de los fondos aprobados, o bien que no se obtenga todo lo planeado. En este caso, el gobierno deberá plantear opciones muy complicadas que podrían llevar a la adopción de medidas de emergencia con la finalidad de no afectar más a la estructura productiva de nuestro país.

Las consecuencias de una escasa liquidez, será una muy lenta reactivación económica, elevado nivel de desempleo, afectación de empresas financieras por elevación de la mora, incremento de la delincuencia y en general, mayores niveles de población es situación de pobreza y extrema pobreza.